Por: Diego Calle Pérez.
Me preguntan cómo fue el acoso aquel que nos hacían con las cartas y peticiones que llegaban desde la cordillera hasta la finca o la casa del pueblo. La gente mete la lengua en la cabeza de los otros y sin pensar, señalaban al que no debe nada y muchas veces lo matan.
Así, más o menos, operan los armados en armas, cualquiera que sea su bando. Se creen los dueños de barrio, vereda, corregimiento, pueblo grande o pequeño en casas y gente. Muchos han huido rompiendo el crudo frío de la madrugada, huyendo de miedo a una bala y cosa simpática mueren a los días de una gripa en una clínica.
Muchos aseguran que nos les han quitado nada, al fin de cuentas, nunca han tenido nada en una notaria, escasamente un registro de nacimiento y hasta han pensando en ser ciudadanos de otro país diferente al que nos ha tocado padecer con tanta inclemencia política y social.
Han robado pueblos enteros y no importa su gente, a los años vuelven como si nada hubiera pasado, hacen campaña electoral a la alcaldía y los eligen con su equipo, esposa y secretaria. Se salvan muchas veces de los entes de control y si tienen amigos magistrados no los sancionan e inhabilitan para ejercer cargos públicos, con lo que tienen hasta montan empresa y la venden para ocupar la alcaldía.
Muchas veces se salvan los animales que tiran al monte. Los ríos contaminados por mercurio desembocan a otros ríos afluentes que llevan peces y sirven para represas que dañan intencionalmente y aprovechan la fuerza de la naturaleza.
Han matado con disparos en la sien a los miembros de grupos sociales y otros tantos han muerto con tortura y motosierra, hasta supimos de un collar bomba y de un club al norte de la capital. Quemaron casas y robaron ganado, sillas de montar, carros y motos, poco se registra en los libros de la historia. Se juntan hechos y sucesos que la memoria colectiva no guarda en un archivo del sumario y poco importa a la hora de juzgar. Opinan a la ligera, no hay reflexión, no hay objetividad y varios periodistas pasan de demócratas abriendo micrófonos para despotricar de lo que les gusta y lo que nos les conviene analizar, callan ante la publicidad.
Hacen agua saborizada con sueros de lactosa y otros productos del consumo popular sin necesidad de traerlos del extranjero y compite con el mercado de las gaseosas. Ahora ya se puede competir, hace años aparecía una marca de gaseosa llamada Caribe y la competencia hizo lo posible por comprarla. Hoy se promedian más de 17 marcas de bebidas gaseosas y hablan de azúcar e incrementar el impuesto por consumo. Queda en el aire la pregunta: ¿Emprendimiento o dineros de dónde?
La cultura poco importa, la música guasca y carrilera, que llaman del “despecho” es la que más gusta para amenizar las fiestas del pueblo. No importa si hay bandas rockeras, jóvenes con talentos de interpretar melodías de trompeta, trombón o saxofón. Las ferias tradicionales se han convertido en negocios de pagar por el espectáculo.
Me preguntas como fue el acoso que conocimos de una periodista que escribió, pero nunca fue capaz de concretar y señalar lo que inicio en un escrito publicado en un diario nacional. Otro de los tantos libretos que se inventan para ganar popularidad.
Si ponemos el ojo en la ciudad, encontramos historias que no cuadran y encuestas que inflan popularidades. No sabemos a ciencia cierta las causas de enfrentamientos armados en barrios que padecen la guerra de bandas y combos como si fueran orquestados con director y equipo de suplentes. Los medios de comunicación distraen la atención con informes de destierro y sin equipaje.