John Fernando Restrepo

Por: John Fernando Restrepo Tamayo

En un comunicado de fin de año el Eln reiteraba su decisión de seguir en la mesa, con o sin cese al fuego. Esa voluntad negociadora es decisiva, pero el cese al fuego es un telón de fondo idóneo para que la negociación siga el curso correcto: transitar de la lucha armada a la participación política. Es una exteriorización necesaria de la voluntad negociadora y representa la vocación institucional de tratar al Eln como agente negociador y no como enemigo. En la mesa de diálogo hay actores y no rivales. Hay interlocutores y no contrincantes irreconciliables.

Hace solo un par de días, múltiples académicos, artistas, empresarios y dirigentes públicos le escribieron un comunicado al Gobierno y al Eln instándolos a no desistir en el proceso de negociación que adelantan en Quito. Y para ello también señalaron como necesario que el cese bilateral al fuego que termina, según lo pactado este 9 de enero, se prorrogue de manera inmediata y se defienda la voluntad de conservarlo de cara a la continuidad de la negociación.

Tras la renuncia de Juan Camilo Restrepo como jefe de la comisión negociadora, el Gobierno integra un nuevo Comité liderado por Gustavo Bell y acompañado de Angélika Rettberg, Alberto Fergusson, Alejandro Reyes, Socorro Ramírez, Freddy Padilla, José Noé Ríos y Carlos Rojas. Una comisión que tiene, en el inmediato plazo contados a partir de este 9 de enero, tres tareas fundamentales: (i) recuperar la confianza en que el proceso de negociación tiene sentido histórico, político y que puede sacarse adelante, (ii) evitar que se repitan los errores cometidos en la pasada negociación con las Farc y (iii) sortear las bases estructurales de la negociación en medio de un semestre electoral. Tres tareas que no son fáciles

Ahora bien cada uno de los integrantes de la comisión, a su llegada a Quito, debe tener siempre presente que recogen la esperanza no solo de los 150 líderes que firmaron la misiva, alentando la negociación, sino de todos colombianos que creemos que un proceso de paz con el Eln es necesario para seguir reescribiendo la historia de Colombia en un dirección diferente a la de una guerra absurda, inútil, innecesaria e injustificada. Necesario para trazar rutas en pos de la civilidad y la decencia. Necesario para dejar de seguir sintiéndonos el blanco de los fusiles que miden su fuerza en medio de poblaciones inocentes donde habitan campesinos decentes, honestos y trabajadores.

Ya es hora de dejarse de protocolos y abordar lo fundamental: definir las condiciones para que el cese al fuego sea definitivo; reestructurar el papel de la fuerza pública; asegurar que se diga la verdad; reparar a las víctimas; establecer el medio de responsabilidad penal por los crímenes cometidos y determinar las condiciones de participación política. Con esos puntos resueltos el proceso podrá ir más allá de los avatares electorales, que pueden ser muy retrecheros y están a la vuelta de la esquina.