Por: Balmore González Mira
No hay cultura más diversa desde todos los frentes que la colombiana. Solo basta recorrer un territorio y pasar a otro departamento para conocer la riqueza que acompaña a cada comarca. Tengo referentes recientes que quiero compartir con los lectores, sobre tres territorios diversos que me llenan de alegres y agradables recuerdos y con los cuales he nutrido mis conocimientos con las visitas que les he hecho últimamente con ocasión de compromisos laborales. Urabá en Antioquia; algunos extraordinarios municipios de Córdoba y el inigualable Quibdó en Chocó.
Pasar por los municipios de Urabá es toda una maravillosa experiencia, desde sus paisajes, geografía y gastronomía, confundida con las plataneras hasta el mar exuberante de un caribe aun contagiado de montañas donde aún la arepa asada hace parte del plato diario; esa misma arepa que en el valle del Sinú se convierte en la deliciosa arepa de huevo y que nos permite ver la llanura en todo se esplendor, con su dedicación a la próspera ganadería y el calor alegre de sus pobladores, orgullosos de su raza costeña, y que ya en los pueblos costaneros, donde el folclor de la cumbia y el bullerengue, hacen parte de su idiosincrasia. Tierralta por ejemplo, con su renacer y prosperidad es hoy de esos pueblos pujantes que pasaron de ser azotados por la violencia a un dinamismo económico supremamente interesante y que al lado de la ciudad de Montería muestran un progreso envidiable y envidiado en el país. Al otro lado el recuerdo permanente e imborrable de un pueblo chocoano alegre, trabajador y muy raizal que hace las delicias del visitante con una exquisita gastronomía; especial en la preparación única de un pescado y una comida de mar inigualables; sus delicias dulces con base en el afrodisiaco chontaduro y las salsas de borojó que solo allí saben a lo que saben. He probado el pescado en las tres regiones y hoy diría que las preparaciones no son iguales, pero en las tres son absolutamente deliciosas; Ricuras del Mar en Quibdó, Las Delicias en Apartadó y el pescado de Frutos del Rio en el bulevar del Sinú en Montería pueden ser recomendados a cualquier visitante y ni que decir de las diferentes preparaciones del queso y del patacón en los tres lugares, unos diferenciados por el sabor a ajo y otro por el suero especial con que lo sirven; sin dejar de mencionar el arroz de coco en sus variadas sazones por región. No puedo dejar de mencionar las cocadas de San Bernardo del Viento, únicas en el universo, como diría tal vez don Juán Gossain .
Las diferencias culturales, étnicas, sociales, políticas, religiosas, etc, las diferentes preparaciones de la comida y hasta la diversidad del paisaje enriquecen con orgullo a la patria, demostrando que tenemos la mayor variedad del planeta en todos los órdenes. Sin embargo existe algo que me ha llamado altamente la atención en las tres regiones y es una identidad en varios comportamientos. El profundo amor por su territorio, los deseos inmensos por ser cada día mejores, la capacidad de trabajo de sus habitantes, y una conducta generalizada de buen colombiano, como es la amabilidad de sus gentes con el visitante que hace que uno se sienta en una patria sin fronteras, donde solo los límites están trazados por una línea imaginaria de hermandad. Chocó, Córdoba y Antioquia con el Urabá a la cabeza, forman el triángulo de la Mejor Esquina de América y unidos integralmente podrían fácilmente conformar la mejor esquina del mundo para venderle al mundo todas las posibilidades de sus maravillas culturales, comerciales, ambientales y turísticas, con un gran valor agregado como lo son sus admirables pobladores.