Por: Sinergia Informativa

“La Patria Boba” empezó en 1810… y no ha terminado. Desde el mismo momento del “Grito de Independencia”, los colombianos nos hemos trenzado en toda clase de conflictos, que no han tenido otro propósito que imponer sobre los otros, el sistema político que supuestamente más ha convenido.

Por el centralismo -herencia del Período Colonial caracterizado por un sistema político burocratizado y jerarquizado- empezó a desangrarse el nuevo país entre 1810 y 1815, en la que originalmente se denominó “Patria Boba”. El resultado de esta guerra fue la reconquista española.

 

En adelante, las guerras y conflictos que han cruzado la historia política de Colombia, han dado como resultado la creación de más de 15 constituciones, con más de 70 reformas, las cuales, a su vez, han suscitado nuevas guerras y conflictos.

Desde el primer enfrentamiento hasta nuestros días, el centralismo y el poder político han sido los trofeos más disputados por las élites dominantes del país, que lo han llevado de Constitución en Constitución y de reforma en reforma, hasta la histórica determinación de reformar la del 91, con el único interés de permitir la reelección y la perpetuación del poder de quienes lo gozaron de la mano del presidente Álvaro Uribe Vélez… hasta que quisieron.

De nuevo fue la Constitución y el Estado de Derecho que representa, el instrumento de poder para decidir que Uribe no iría más. No fue la Corte Constitucional soberana. Fue el verdadero poder económico el que decidió la inconveniencia de un tercer período presidencial de Álvaro Uribe Vélez.

Y hay quienes aseguran que ese poder ya decidió que no sea Juan Manuel Santos su sucesor, sino Antanas Mockus.

La historia política de Colombia ha sido una historia de coyunturas que el poder utiliza sutil e inteligentemente. Sólo hay que recordar las tres más recientes:

La de César Gaviria erigido en salvador de la patria, abrazando las banderas del Nuevo Liberalismo ante el “descenso al sepulcro” del mártir Luis Carlos Galán.

La de Andrés Pastrana abrazando a “Tirofijo” en algún lugar de las montañas de Colombia, con el anhelo del fin de las violencias provocadas por el “trapo rojo”.

La de Álvaro Uribe Vélez cerrando con su Política de Seguridad Democrática las venas abiertas en que se constituyeron los 42 mil kilómetros del Caguán.

Todas idealizando la eterna esperanza de los colombianos de acceder, por fin, al país soñado: sin violencia del narcotráfico y de la guerrilla, con el camino expedito hacia la paz, a la prosperidad y a la vida digna de millones de colombianos.

Pero la incapacidad del presidente Uribe de sofocar la politiquería y la corrupción, como lo prometió hace ocho años, nutrió la capacidad clientelista y corruptora que descaradamente se pavoneó y logró sus objetivos en las elecciones legislativas del 14 de marzo. No hubo capacidad o voluntad para evitarla, y se permitió que creciera como la espuma, permeando todos los sectores sociales para lograr sus propósitos electorales que hoy el país sigue lamentando.

Veníamos de un Congreso ilegítimo, considerado por los colombianos como la institución más corrupta del país; y llegaremos al Capitolio el 20 de julio, a posesionar un nuevo Congreso que en vez de renovación, representa mayor grado de ilegitimidad.

¿Será ésta la nueva coyuntura que escribirá en las páginas de la historia política de Colombia la llegada de un nuevo “salvador”? ¿Será que la opinión sí está cobrando el valor que siempre se ha añorado, y que las maquinarias siempre han aplastado? ¿Será que el fraude y la desvergüenza durante las elecciones legislativas, fueron capaces de despertar el “monstruo” dormido de la opinión, que se ha levantado con el poder descomunal del Leviathan para, finalmente, imponerse, castigar a los corruptos y elegir la “pureza” y la “decencia” que ha de gobernar? ¿Será que la preferencia coyuntural por Mockus es el resultado de ese cansancio, de ese fastidio por la corrupción?

Los medios de comunicación –los masivos y los digitales, especialmente- hoy juegan un papel histórico porque le han dado presencia física a la “bruja” de la corrupción que nadie veía, pero que todo mundo sabía que existía. Ellos han permitido la información, el conocimiento y la acción mediante la opinión, que tal vez esta vez vaya a participar masivamente en la decisión del 30 de mayo.

Pero no deberán hacerse ilusiones quienes se han levantado con el “leviatán”, que la decisión la tomaron primero ellos. La patria sigue siendo “boba”.

La decisión ya la habían tomado quienes desde siempre han detentado el poder con la consigna de no dejárselo quitar. Sus instrumentos de poder como la Constitución, los medios de comunicación masivos y las nuevas herramientas como las encuestas, lo decidieron primero, y han sabido llevarlos dócilmente a refrendar su decisión. La patria siempre ha sido “boba”… y útil a los intereses de la clase dominante.