Por: Diego Calle Pérez
Aparecen como por arte de sobar la lámpara y llegan a las campañas políticas ofreciendo su incondicional apoyo y colaboración. Saben hacer de la política su mejor negocio a cambio de préstamos en dinero, votos amarrados y conexiones con licitaciones. Apuestan a los mejores postores. Saben de estadística y tienen el manejo de la cifra. Todo para ellos es dinero contante y sonante. Sus ofertas son tentadoras aunque no les gusta figurar en los cuadernos de la registraduria. Su objetivo final es ser sombra detrás del trono. Inciden tanto en un candidato que llegan hasta proponer sus inmediatos secretarios. Buscan llegar con el elegido, a ser favorecidos en las licitaciones. Casi nadie los conoce pero todos hablan de ellos. Incluso hacen parte de varias campañas a la vez e inciden en tantos municipios como candidatos elegidos puedan tener.
Las inversiones de los señores, del cartel de los Aladinos, se duplican cada cuatro años en las elecciones nacionales, regionales y locales. Saben hacer sus contactos, no aparecen en celulares, no tienen cuenta en facebook, sus correos electrónicos son manejados con el nombre de sus asistentes. Sus correos son limitados, solo para algunos de sus más allegados, no tienen cuentas pendientes en almacenes flamingo, ni en el supermercado éxito. Tienen propiedades en varias ciudades, fincas de recreo que prestan a sus amigos, familiares, parientes y para los que ganen las elecciones con ellos. Sus patrimonios económicos pueden alcanzar sumas que ni la DIAN sabe contabilizar, tienen testaferros a sus hermanos y cuñados. No son peligrosos, pero pueden actuar, si es del caso rastrear a los que quieran olfatear sus movimientos. En sus fincas hacen invitaciones para pactar negocios de campañas políticas. Hacen asados con vino y tragos finos, uno que otro aguardiente y animo que vamos a ganar. Alcalde, concejal, hasta senador o diputado que gane, debe cumplir con los acuerdos que se hacen en las bebetas y cabalgatas. NO son ejecutivos como los del grupo empresarial, ni tienen una ingeniería, no son abogados pero se rodean de los más brillantes, saben muy bien quien construye con cemento y ladrillo para perdurar en los contratos de la alcaldía. Algunos de los carteles más frecuentes son educación, obras públicas, suministros técnicos como portátiles y sillas de escritorio, construcciones civiles, maquinaria pesada, transporte y los famosos restaurantes escolares. Faltan en este espacio escribir nombres de empresas fachadas. El cartel de los aladinos, son los financiadores prácticos de los avales, que llegan con nombre de partido político pero sin fondos. Son los que en muchos casos ayudan y apoyan el candidato que tiene los votos, pero no tiene la suficiente plata para hacer de su nombre una real campaña política, que necesita no de buenas ideas, sino de bastante dinero para poder ganar votos y credibilidad con los electores. Así más o menos funciona en Colombia el nuevo cartel de los aladinos.