Por: Rubén Darío Barrientos G.
Uno de los puntos más álgidos en la mesa de diálogos de La Habana, ha sido el de la seguridad de los desmovilizados de las Farc, porque éstos mucho deben y mucho temen. Ariel Ávila, el subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación, afirmó que “los jefes de las Farc, como Pablo Catatumbo o Timochenko, van a tener esquemas de protección individuales, porque de lo contrario no duran vivos un día después de dejar las armas”. La verdad es que en la mesa nadie sabe cuantificar el número de desmovilizados que exigirán especial protección y, por lo pronto, se especula sobre unos cien líderes o cabecillas guerrilleros que dispondrán de protuberante número de escoltas. Elemental es partir de la base de que las Farc son pararrayos de odios enconados, alcancía de enemigos reconcentrados y blanco de inocultables revanchas. De ahí su cutupeto.
El debate se ha centrado en que las Farc exigen que sus escoltas se conformen con gente de su confianza (personal desmovilizado) y se habla de esquemas inamovibles de al menos cinco años. Pero analistas de conflictos del ala gubernamental manifiestan que en tal protección, tiene que haber inclusión de miembros de la fuerza pública (policía y ejército). Se ha puesto como espejo, replicar las desmovilizaciones del M-19, Epl, el Quintín Lame y la Renovación Socialista, en el sentido de que tuvieron seguridad compartida (exguerrilleros desmovilizados y escoltas del estado), pero no dejan de escucharse voces, desde la arista guerrillera, que recuerdan que a Carlos Pizarro lo mataron dentro de un avión y con fuerte escolta conjunta compuesta por ocho hombres. Y es verdad que no todos los desmovilizados tendrán escoltas y a algunos los despacharán con simples chalecos, porque el presupuesto para este rubro es astronómico.
Digamos algo importante: en el año 1984 y como fruto de los acuerdos de paz entre el gobierno de Belisario Betancur y las Farc, nació la Unión Patriótica, como la oportunidad que tuvo el grupo alzado de hacer política. Total que no es la primera vez que se desmovilizan las Farc. En su momento estelar, la UP logró elegir 16 alcaldes, 24 diputados, 275 concejales y 16 congresistas. Se asegura que el paramilitarismo y las autodefensas fueron los encargados del exterminio de este grupo político que abrió unas 3.000 tumbas en Colombia. En semejante andanada, cayeron dos candidatos presidenciales: Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo Ossa. Todo fracasó, hasta el punto de que Braulio Herrera e Iván Márquez, volvieron a comandar grupos guerrilleros y las Farc dieron por terminado el proceso de paz.
Sin duda, estamos en presencia de todo un “culebrón” y parece ser que será la Unidad Nacional de Protección, UNP, a quien le encomienden estructurar la vigilancia de estos desmovilizados. Es muy complicado hablar de desarme y ver rebeldes con fusiles al cinto, so pretexto de ser escoltas, cuando se habla precisamente de deponer las armas. La presencia de alias el Paisa hace algunas semanas en La Habana, fue realmente para hablar de este asunto de seguridad, que tanto trasnocha a las Farc. Hay mucho nerviosismo, entendible por demás, pues la guerra sucia hace que se desconfíe de las propuestas del gobierno en materia de seguridad personal. No puede negarse que hay exagerada sed de venganza entre las personas que fueron víctimas de tantas masacres, despojos y vejámenes, que no se sacia fácilmente con la firma de un acuerdo pacifista. Y no son ajenos los homicidios por la purga interna entre camaradas.
Se concluye, que es imposible garantizar la vida de estos desmovilizados, por lo que esto podrá ser una quimera. Causa estupor que la OEA le exija al gobierno que tenga que asegurarles a los guerrilleros en el posconflicto totales garantías para proteger sus integridades. ¿Creen que es muy mogollo esto? Lo único que veo que Juampa puede garantizar son derechos y libertades. Dentro de la paz, esta será una cuestión que dará mucha guerra…