Por: Gustavo Salazar Pineda
Los humanos se interesan cotidianamente en adquirir bienes y dinero, pero muy pocos lo hacen por la riqueza cultural. Sin cultura es muy difícil acceder a una vida bienaventurada, incompletos somos los seres humanos cuando le damos la espalda a la cultura, por la que hay que entender un saber y un conocer que nos sirve para hacer la existencia más alegre, sosegada y feliz. Cultura no es acumulación y atiborramiento de datos, cifras y otros conocimientos que apenas sirven apara aparentar sabiduría.
En la actualidad no se piensa en utilizar al máximo la inteligencia para hacer de ella la mayor herramienta para la buena vida, es el rendimiento económico o el acceso a un sueldo generoso a los que aspira el joven estudiante y el profesional de estos tiempos modernos. Se estudia y se aprende para tener un buen puesto, para llegar a un alto cargo ejecutivo empresarial, no cuenta la cultura para nada. A los gobiernos no les interesa que las gentes sean cultas, entre más ignorantes y embrutecidos sean los gobernados, mayor manipulación por parte de los gobernantes. Un auditorio culto es impensable cuando un politicastro busca adeptos para que le voten sus aspiraciones y proyectos. Hay que ver el grado de pobreza intelectual, cultural y de imaginación de las propuestas de muchos de los candidatos a cargos públicos de elección popular, quedan cada vez menos mujeres y hombres inteligentes, visionarios; estadistas no se avizoran por ninguna parte. Pasa en Latinoamérica, acontece igual en Europa, de Estados Unidos puede decirse que jamás el dinero y la plutocracia habían sido tan determinantes en la elección de un gobernante de la Casa Blanca. La inteligencia y la cultura en la casa de los presidentes de Washington han sido reemplazadas por la frivolidad, la estupidez y la arrogancia. En algunas grandes empresas y en las entidades públicas el fenómeno es muy parecido. Es deprimente observar cómo la juventud moderna le dió la espalda a la lectura, a la cultura, al ejercicio del músculo mágico del cerebro humano, les basta a los nuevos adolescentes y jóvenes unos mínimos conocimientos, sumados a un barniz de conocimiento sobre el inglés para optar a un cargo estatal o empresarial. Ingenieros, médicos, abogados cultos, leídos, sensibles al saber y a la cultura eran los de otros tiempos. Parece que hoy sea incompatible ser profesional de una rama de las ciencias con la cultura y la adquisición de buena cultura. El sabio español (escritor, traductor y catedrático), Carlos García Gual, se declara pesimista ante el saber heredado de las míticas culturas antiguas y llega a declarar públicamente que “la batalla de las humanidades está perdida”.
Trágico y apocalíptico para la humanidad sería que en el futuro se prescinda de la cultura, estudio y aplicación de las disciplinas que tienen que ver con el alma del hombre. Fuera de la lectura obligatoria en los claustros, en épocas pretéritas se leía mucho, se estimaba el conocimiento, se exaltaba la cultura; los jóvenes y adultos de hoy leen muy poco. El empobrecimiento cultural ha ido aniquilando la tertulia, la conversación, la comunicación entre las personas. Se ha dicho, no sin razón, que el que lee mucho, vive mucho y que quien goza el hábito balsámico de la lectura ensancha y enrique su existencia; quien no lee limita su capacidad de relacionarse con el prójimo, su conversación es simple, superficial e insípida, poco o nada tiene que hablar con el vecino, como no sean cosas absolutamente triviales, banales e insustanciales. Piénsese en el fanático furibundo del fútbol, el que únicamente tiene como tema de conversación el más reciente partido de su equipo favorito. La televisión, el teléfono convencional, los juegos electrónicos y otros de salón y café, y recientemente la utilización exagerada del teléfono celular, han sido las diversiones en muchos años de aquellos que no aprendieron a leer, ni se interesaron por la cultura. El individuo culto, leído y cultivado en las letras disfruta más agudamente de la naturaleza, de sus semejantes y de sí mismo. El que se niega a la oportunidad de entrar al mundo de las letras, la literatura, la más vasta cultura clásica, es un pobre ser humano, tenga o no tenga dinero.
La cultura le enseña al potentado económico que el dinero sirve para comprar más que cosas, experiencias, ideas, belleza, y en general, lo que enrique a la criatura humana. Cuánta enseñanza representan para la juventud las palabras del inigualable cultor de las letras italianas, Giovanni Papini, de su himno a la inteligencia. En este artículo Papini exalta el genio, alaba la inteligencia y sitúa el saber no erudito como máxima gloria de un hombre o una mujer. El citado pensador se declaró cultor irredento de la inteligencia, explorador del saber y la cultura, “donde no hay inteligencia, no es mi sitio”, decía. Solo gozó con la inteligencia, por la falta de ellas en otros sufrió mucho.
Piensan igual mozalbetes y pretenciosos de hoy, idólatras del celular y demás aparatos electrónicos?