Por: Juan David Escobar Cubides
@JuanDaEscobarC
Los modelos económicos prósperos son plenamente respetuosos de la economía liberal, el libre mercado, la creación de empresas y la propiedad privada. Estos son los baluartes inherentes de toda economía saludable en cualquier Estado desarrollado o en vía de desarrollo, pues no existen otras vías para crecer positivamente. La política económica de los países debe madurar de forma ostensible para cumplir con las necesidades que abundan entre los conglomerados. Pero, esto se obtiene únicamente cuando un gobierno determinado incentiva la generación de riqueza a través de la consolidación de un aparato productivo vigoroso para las finanzas del Estado.
El compromiso de los gobiernos radica en promover la libre empresa dentro del marco de la legalidad y la institucionalidad, toda vez que es esta la que genera mayores condiciones de riqueza, empleo y estabilidad en una sociedad determinada. Por tanto, encontramos que las empresas son instituciones que, obligatoriamente debemos proteger dado que sin estas la carencia de bienestar ocasionaría un caos enorme. Un país sin compañías sólidas o apabulladas por consecuencia del excesivo intervencionismo estatal está condenado a la miseria, al hambre y a la pobreza extrema en dimensiones exorbitantes. He ahí el fracaso del sistema socialista latinoamericano que, por fortuna está decayendo como el que más.
Dirigentes como Lula Da Silva, Cristina Fernández de Kirchner, Evo Morales, Los Castro, y Maduro, fueron, han sido y son peligrosamente nocivos para sus países. Todos han tenido un común denominador y es el estatismo desmesurado destructor del desarrollo y de la libre inversión de las compañías sostenibles.
En Brasil la corrupción y la ilegalidad pelecharon abruptamente; en Argentina la devaluación del peso fue vulgar y soterrado; en Bolivia la ignorancia económica de su presidente ha relucido de manera espantosa; en Cuba palabras sobran para exponer el degradante régimen totalitario opresor del patrimonio social de los ciudadanos, y en Venezuela pues ni se diga… el dictador Nicolás Maduro representa ‘la antología de la perversión y la miseria’, convirtiéndose así en un representante del hambre y de la escasez a nivel mundial.
Es por esto, por lo que nos alegra sobremanera las buenas nuevas. En Brasil recientemente triunfó un candidato, tal vez algo imprudente con algunas de sus afirmaciones, pero sumamente racional en materia económica y fiscal, pues uno de los planes de Jair Bolsonaro será incentivar el emprendimiento, disminuir la carga tributaria y defender la economía de libre mercado dado que considera la misma como un instrumento efectivo de generación de renta, empleo, prosperidad e inclusión social.
En Chile, el empresario Sebastián Piñera se ha trazado importantes retos para acelerar su sistema económico- productivo de cara a la generación de rentabilidad y desarrollo sostenible. En Argentina, Mauricio Macri ha emprendido importantes medidas para sacar a su país del hoyo monetario en el que lo dejó Cristina Fernández.
En Perú, Martín Vizcarra ha llegado al poder garantizando estabilidad institucional y económica. En Paraguay, el presidente y empresario Mario Abdo Benítez, cuenta con la visión apropiada para invertir y administrar los recursos de su Estado de manera idónea. En Uruguay, el presidente Tabaré Vásquez, ha sido un dirigente que se ha caracterizado por la eficiencia y la probidad en el manejo de los recursos públicos.
Finalmente, en Colombia, el presidente Iván Duque, recién posesionado, llega con buenas intenciones a la hora de materializar un programa de gobierno ambicioso, en el que pretenderá incentivar el emprendimiento, las industrias creativas, la conectividad de las regiones y la libre empresa con un sistema tributario más simple y más efectivo, encaminado a beneficiar el desarrollo empresarial, corrigiendo las inequidades. Claro está, teniendo en cuenta que medidas como la ampliación de la base gravable del IVA a la canasta familiar no deben, si quiera, considerarse toda vez que son nocivas para los menos favorecidos.
No obstante, encontramos un progreso innegable, no solo en Colombia sino también en los países más importantes de Latinoamérica. La transformación de esta región del continente es inminente, pues los electores han comprendido que el socialismo solo trae ruina y pobreza. Y nadie medianamente racional y razonable está dispuesto a soportar dicha condición. ¡En buena hora todo gira hacia la prosperidad!