Por: Jaime Jaramillo Panesso
Otra vez ronda el ángel de la lira poética de algunos versificadores en serie que quieren pasar a la historia, inventándose un presunto Himno para Medellín, suplantando el Himno de Antioquia. Sus argumentos no son estéticos, ni históricos ni patrióticos (patria chica), sino que el himno antioqueño contiene figuras pasadas de tiempo como el hacha de mis mayores, el hierro entre las manos, etc. Lo grave del asunto es que contagian de su falsa originalidad a algunos concejales y al alcalde que se dejan tentar el ego y olvidan que el Himno Antioqueño es el factor emocional y simbólico más importante de nuestra unidad regional. Antioquia es una región consolidada por su cultura y nos identificamos todos, ante propios y extranjeros, por el himno que es una canto a la Libertad, así con mayúsculas, porque un antioqueño tiene sentido de región, de sus ancestros y de su lucha por su tierra y sus sanas costumbres, aunque algunos ciudadanos no sean buenos antioqueños ni buenos ciudadanos.
El antioqueño es un ciudadano de Colombia que representa la región donde se cuecen los mejores sentimientos de familia, de amistad, de relación laboral y comercial, de deporte y de picardía inteligente para la broma, el chascarrillo y el chiste. No somos un pueblo triste. Tampoco ruidosos, gritones o irrespetuosos. Somos una región que se extiende por toda la nación, no pueblitos desperdigados en las montañas o en las llanuras. Los antioqueños no manejamos el gentilicio minúsculo del terruño municipal. Somos una región potente y esa es nuestra ventaja y virtud a la vez. Por eso el gran gentilicio nos iguala frente a quienes, de otras regiones de la patria, solo se identifican con un solar.
Antioqueño es ser ciudadano de un importante pedazo de Colombia con más de 5.6 millones de habitantes y con la segunda ciudad de Colombia. El himno es de esos millones de antioqueños, incluidos los medellinenses. Cambiar el himno antioqueño para que Medellín tenga uno dizque propio y actualizado con las avenidas, las EPM, las universidades, la feria de ganados, el río podrido que nos atraviesa, pablo y su combo, etc., es ignorar la historia y la tradición popular, porque las canciones, los himnos y los perfumes se guardan en lo profundo de la memoria y del iris.
Medellín y 124 municipios tienen un himno libertario que en cariño compite con el himno nacional. Epifanio Mejía y Gonzalo Vidal compusieron el termómetro sentimental que nos da el vigor para ser simples ciudadanos de Antioquia.
Mejor ha sido la iniciativa del concejal Ricardo Yepes de regularizar y mantener estable el logo y el escudo de la ciudad en los instrumentos de oficina, aseo, uniforme papelería, propaganda y avisos públicos, para que los alcaldes no cambien cada cuatro años la consigna de su período, y borre todo lo anterior, sin importarle el valor de todos esos rubros, incluyendo pirámides de baldosín. No faltará algún paisano guasón o destechado del hueso frontal que proponga cambiar el escudo de Medellín por el escudo de Antioquia.
Lo importante es defender el orgullo, la tradición musical del Himno antioqueño y no perder la estrella guía que es la fortaleza de la región y no la repartición de amor patrio.