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El exalcalde de Medellín y exgobernador de Antioquia, Luis Pérez Gutiérrez, hace una descripción de los horrores que sufren cientos de miles de personas en el Centro de Medellín, consecuencia de la delincuencia común y organizada, desenfrenada y sin control. ¡Escalofriante!

Según la descripción de Luis Pérez, el Centro de Medellín es el mejor ejemplo de la ausencia de Estado, vacío que las diferentes formas de crimen se han encargado de ocupar para establecer un “paraestado” dominado por la delincuencia.

Luis Pérez hunde el dedo en una llaga imposible de ocultar más -por inflamada, purulenta y maloliente-. Por eso, asegura que el Centro de Medellín necesita un proceso de paz total, mediante el cual el Gobierno sea capaz de recuperar la legalidad y la institucionalidad. Ello implica sentar a la mesa de las negociaciones a todos “los actores que controlan ilegalmente ese infierno urbano”, para recuperar el derecho a visitarlo sin miedo.

Esta es la descripción sin ambajes ni eufemismos que hace Luis Pérez del infierno en que se ha convertido el Centro de Medellín:

PAZ TOTAL PARA EL CENTRO DE MEDELLIN

Por: Luis Pérez Gutiérrez.

El orden público en el País está al rojo vivo, deteriorado. Y en gran parte de las ciudades, peor, parecen infiernos urbanos. En las ciudades la gente perdió el derecho a vivir sin miedo. La impunidad es reina. La eficiencia de las autoridades para combatir la delincuencia está minada. Todas las encuestas de opinión muestran descrédito de las autoridades para combatir la ilegalidad. Ya no se denuncia un atraco o un delito, nada se castiga. Los gobernantes, más que autoridad, parecen comentaristas de delitos; no dan seguridad, solo la comentan. La mano del Estado se ha vuelto débil y discapacitada para ofrecer seguridad.

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En particular, el Centro de Medellín se ha convertido en un infierno urbano. La agonía de la legalidad en el Centro da terror. Tristeza, porque como ningún otro espacio urbano de Medellín, el Centro es el más pujante en la economía y es el punto de encuentro más demandado por la ciudadanía. Y por eso debería cuidarse con esmero. Más de 1.5 millones de personas lo visitan diariamente. Es tan vital el Centro que allí se alojan más de 20.000 empresas y más de 200.000 estudiantes.

El Centro de Medellín, con todos sus atractivos y su dinamismo económico, se ha convertido en un espacio urbano donde la legalidad descansa en paz. Alla nadie manda; el Centro es tierra de nadie. Las autoridades se ven agallinadas ante el delito y la ilegalidad. Los ciudadanos y empresarios parecen obedecer a paraautoridades, y no a la Autoridad legal. Ese imperio de la ilegalidad da escalofrío.

El espacio público del Centro está bajo propiedad de ilegales. Hay dueños de los semáforos, y los alquilan a venteros ambulantes. Cada semáforo tiene dueño y precio. Los semáforos de más congestión valen más; y se les alquila con la garantía que las autoridades no los molestarán. Hay dueños de calles que alquilan pedazos de espacio público, siempre con garantía que las autoridades no los molesten. Hay alquiler de armas, que se devuelven después de cometer el delito. Allá se pagan extorsiones y vacunas a bandas organizadas. Y hay tanta impunidad, que los ilegales dan recibos numerados de las extorsiones.

Cada Ventero ambulante paga, y ese pago es el permiso para operar como Ventero, no importa si la Alcaldía está de acuerdo o no. Ventero que no pague no puede trabajar así tenga permiso oficial. Las bahías de los taxis tienen precio y dueños, los taxis que no pagan deben seguir derecho. Tiene más valor el permiso de uso de espacio público de una banda ilegal que el permiso oficial de la alcaldía.

Prostitutas y trabajadores sexuales pagan por metro cuadrado de espacio público utilizado para promocionarse y encontrar su amor callejero. La explotación sexual a niñas menores entre 13 y 16 años es escandalosa, es incontable. La venta y consumo de droga es desenfrenada; con plena libertad, operan más de 200 expendios de vicio. En el bello Parque Botero y en el parque Berrío atracan a ojos vistos.

Las bandas más grandes dirigen a control remoto los delitos y la ilegalidad en el Centro. Y a la delincuencia común no la controlan ni las autoridades ni las bandas organizadas. Hacen y deshacen contra los ciudadanos en el Parque Berrio, en el Parque Botero y en los lugares de aglomeración. La delincuencia común le teme a las “Convivir”; pero no le temen a la policía. La delincuencia común NO atraca en zonas donde hay control de las grandes bandas, pero sin vergüenza ni miedo, SÍ atracan en zonas con presencia de las autoridades.

El Centro es una autopista de dineros ilegales. El dinero no duerme en el Centro. Los prestamistas del Gota a Gota al 20% se quedan con el dinero del informal que se mata trabajando. El menudeo del contrabando tiene detrás a poderosos carteles.

Tiene el Centro sus espeluznantes Casas de Terror. Según la Corporación C3, a las Casas del Terror llevan a quienes no pagan vacunas o no pagan el uso del espacio público o a quienes tienen deudas pendientes con particulares. Allí los torturan, los ajustician, hasta que cedan o mueran. Espeluznante!

Hay zonas del Centro donde no roban, no atracan, hay paz aparente. La razón es muy sencilla: son zonas vigiladas por bandas ilegales o “Convivir”, que garantizan “paz total” en ausencia de autoridad legal. Las “Convivir” del Centro nunca pasaron por ningún proceso de paz. Ahí están. Como en Colombia la seguridad se mide por homicidios, y no por la seguridad del ciudadano, pareciera que el Centro está bien.

El Centro de Medellín necesita un proceso de paz. El Centro de Medellín está en manos de nadie. Ahora que la Presidencia ha propuesto un proceso de paz total, que bueno que el gobierno sea capaz de recuperar la legalidad y la institucionalidad en el Centro. A todos los actores que controlan ilegalmente ese infierno urbano, sentarlos y lograr la legalidad para que recuperemos el derecho a visitar sin miedo el Centro de la ciudad. Al parecer, el Alcalde NO manda en el Centro; el Centro no tiene Alcalde.

El Centro es un bello lugar de alto riesgo. Es una odisea salir victorioso de una visita al Centro. Todo ciudadano que visita el Centro de Medellín está lleno de miedo. El espacio público, es una escuela, forma y enseña al ciudadano. Qué mala formación le da el Centro de la ciudad a sus visitantes.