Por: Balmore González Mira
Es probable que esta fecha no signifique nada para muchos lectores, es probable que en la historia se registren hechos trascendentales en esta misma calenda; es probable que los católicos evoquen al ya santificado Juan Pablo II por haber nacido en esta en el año 1920 o que algún ilustre lector celebre el día de su santo o recuerde esta como una fecha memorable. La importancia o inolvidable de las fechas depende de lo que se celebre, padezca o viva en ella. Las fechas evocan recuerdos, unos maravillosos y otros tenebrosos; cuanto diéramos para que solo fueran celebraciones y dulces historias. Pero no.
Los habitantes de Salgar jamás olvidarán el 18 de mayo de 2015, en una tragedia donde la quebrada La Liboriana les dejó humedecidos sus corazones y muchas de sus almas tan frías que nada ha podido volver a calentarlas. Los colombianos y en especial los antioqueños tampoco lo hemos podido olvidar y todos acompañamos con lágrimas silenciosas su inmensa tragedia. Una inundación por estos días de invierno del barrio La Habana, su nuevo lugar de residencia, donde hoy renacen estas hermosas familias, campesinos sobrevivientes del suroeste, los hizo evocar aquella fatídica fecha, pues en sus humildes recuerdos aún están la destrucción, la muerte y la desolación. Por fortuna solo fue producto de los fuertes aguaceros de abril que no pasó a mayores pero que volvió a helar los pies de estos paisanos que, insisto, volvieron a sentir ese vacío y ese inmenso frio que solo siente quien el dolor padece.
Mocoa, en otra tragedia invernal en la inolvidable noche madrugada del 1º de abril hogaño, jamás olvidará como tres de sus ríos se llevaron su tranquilidad, sus vidas, sus niños, sus gentes. Como cual acto de horror, la tragedia se llevó las ilusiones, los sueños, las esperanzas; la tragedia que todo lo destruye, la inmisericordia tragedia que solo deja dolor, llanto, desesperanza, tristeza, vacíos en el alma y lágrimas en el corazón. Esas tragedias que dejan desaparecidos, muertes, huérfanos, que dejan un vacío profundo que jamás se llenará con nada.
Ahora nos enluta el alma Manizales que tampoco olvidará esta nueva tragedia que nos deja atónitos, enmudecidos y nos hace llorar a borbotones, que grabará en su historia este 19 de abril como un día oscuro, gris y lleno de tristezas. La prevención tendrá que servir para salvar vidas, para que los desastres sean más llevaderos; aún faltan muchos días de invierno y esperamos que las malas noticias y las tragedias no nos sigan acompañando cotidianamente, porque son miles de las que no nos enteramos. Tragedias de diferente índole que se padecen en silencio por muchos seres humanos, que muerden sus labios para no gritarlas; que sienten aprisionados sus corazones y que ya sus almas están arrugadas de tanto sufrimiento. Tragedias individuales desconocidas, que muy seguramente tienen sus fechas señaladas en un calendario que jamás podrán olvidar, porque están marcadas con la huella indeleble del dolor, del amor y el desamor, que muchas veces llevan hasta el deseo de no querer vivir o de dejar de un lado, las mismas ganas de vivir.