El Martes Santo Jesús se enfrentó a las autoridades religiosas y políticas de su tiempo. Les dijo: “¡hipócritas!”, recordándoles que no puede haber justicia donde hay mentira, que no puede haber equidad donde reina el privilegio y que no puede haber dignidad donde el poder sólo sirve a unos pocos.
Muchos políticos de hoy se comportan como esos fariseos que Jesús confrontó, porque hablan de democracia, pero desprecian al que piensa distinto; predican valores, pero pactan con el poder para su propio beneficio; prometen justicia, pero legislan para unos pocos…
Mejor dicho, estoy hablando de politiqueros que son resistentes a discursos de amor, verdad, justicia y misericordia como el de Jesús.
Pensemos en los congresistas que queremos en sus curules desde el 20 de julio de 2026: ¡Qué tal si nos comprometemos a elegir buenos senadores y buenos representantes, que no hablen o callen o se ausenten por conveniencia…! Que sean capaces de incomodar y no proclives a acomodarse. Que no prefieran aplausos, likes, retuits y seguidores ciegos, sordos y mudos que los siguen por pasión y emoción y no por razón… Que sí prefieran ser políticos y gobernantes coherentes… ¡Qué dejen de ser fariseos y reconozcan que la política sin dignidad, no es política: Es traición!
Y ya que a los católicos tanto nos han fastidiado los fariseos por traidores, ¿Qué tal si esta Semana Santa es, realmente, para la reflexión? Si así es, con sinceridad absoluta, esperemos, con júbilo, que nos sirva para entender que no nos podemos dejar seducir por discursos vacíos, falaces, populistas, engañosos y manipuladores…
Suena romántico y utópico, pero, ¿es posible que escojamos en las próximas elecciones legislativas y presidenciales a quienes nos representen, que sean más parecidos a Jesús que a los fariseos?