Colombia, país de pan y circo, dieta que a veces adoba con algo de escándalo mediático de fácil olvido, comienza a vivir otro de los repetidos cuadros del sainete político electoral al que ya algunos de sus habitantes se han venido acostumbrando.
La irrupción – por enésima vez – en la que algunos llaman pomposamente arena política, de la ex ministra, ex embajadora, ex candidata y seguramente nueva embajadora a partir de agosto del 2010, Noemí Sanín.
Con sus bien burocratizados sesenta años, algo que le da sobrados méritos para dos jubilaciones, la Sanín ha regresado luego de abandonar la muelle vida de la diplomacia, para recordarle a algunos colombianos tarados que todavía existe, y que aspira de nuevo a la presidencia de la república, aunque ni ella misma crea en esa posibilidad.
Por primera vez en su vida en este julio de 2009, ella se encuentra mal colocada, al menos en el campo político, pues el conservatismo del cual se va y regresa cuando quiere como si ese partido fuera su propio apartamento londinense, no le ha abierto y probablemente no le abrirá sus puertas con la misma generosidad que en el pasado.
“El que se va pa’ Sevilla pierde su silla” dice el refranero popular, y la de las filas azules hace rato está ocupada por otros que, además de haber sabido madrugar, cuentan con el beneplácito y la matadita de ojo del dueño de la estancia.
Aquel propietario a quien ella comparó en abril del año 2002, en vísperas de ser elegido, con el mismísimo Carlos Castaño, pero a quien no tuvo el menor escrúpulo de aceptarle la jugosa embajada de Colombia en España.
“Si Alvaro Uribe gana la presidencia es como si ganara Carlos Castaño”, sentenció la Sanín en esa época, doce palabras que olvidó fácilmente, ayudada eso sí por la milagrosa droga que constituyen los dulces alamares de la vida diplomática.
El mismo a quien, ya convertido en su patrón y dispensador de favores, halló con los merecimientos suficientes para ser reelegido, proposición que hizo sin rubor alguno, no obstante aquella ominosa comparación de dos años antes.
En los últimos meses había repetido que sólo cuando estuvieran claras las reglas del juego adoptaría alguna posición sobre su futuro político. Será que esas reglas de juego ya están aclaradas, según su concepto, por el gran enredo en que se encuentra el refrendo reeleccionista ?¡
Lo cierto es que la Sanín no la va a tener nada fácil en este nuevo intento, y es hasta posible que haga saltar en pedazos al partido conservador si es que algunos insisten en llevarla en andas, como si de una predestinada se tratara, para entregarle en bandeja una candidatura.