Por: Mario Agudelo

 

Desde el momento mismo en que tomé la decisión de asumir la candidatura a la cámara por la ASI 115, entendí que la construcción de una agenda legislativa que consulte el clamor nacional pasa obligatoriamente por vincular la paz con la reconciliación, pues no se trata solamente de desactivar el conflicto y desmovilizar un grupo armado llámese como se llame. El modelo de las negociaciones de paz no puede ser una simple copia de otros procesos ocurridos en décadas pasadas en el país, nuestra realidad exige más imaginación y poner a prueba nuestra capacidad de innovar en asuntos de paz.

 

La complejidad del conflicto armado colombiano dice que no basta con suscribir acuerdos entre actores armados y gobierno nacional, como si la paz fuera una simple suma mecánica de desmovilizaciones, dejando de lado, como ya ha sucedido, el gran reto de prepararnos efectivamente para el postconflicto, que a nuestro juicio tiene su centro nodal en la reconciliación.

 

En mi caso particular quizás lo más cómodo o lo más facilista sería no hablar de reconciliación, escondiéndome en consideraciones de tipo personal, pues de muchos es conocido que la violencia de las Farc golpeo con particular crudeza las entrañas de mi hogar; no obstante, he sido un convencido que la búsqueda de la paz nos exige superar los sentimientos de rencor y odio que  momentos tan dolorosos como los vividos puedan generar, poniendo nuestra mente y fuerzas en función de un propósito tan noble y posible como el de la reconciliación entre los colombianos, la que ha de traducirse en la construcción de una nueva Colombia que este a la altura de lo que todos sinceramente soñamos.

 

Ni el haber sido participe del proceso de paz del EPL en el año 1991; ni el actuar como facilitador del proceso de paz y desmovilización acordado en Medellín, entre las Milicias del Pueblo y para el Pueblo, Milicias del Valle de Aburrá y Milicias Independientes con el gobierno nacional en 1994; ni la contribución para desmovilizar de guerrilleros detenidos en las diferentes cárceles del país las considero de mi parte suficientes contribuciones para la lograr la paz, todavía es mucho lo que nos resta por aportar especialmente en la gran apuesta de hoy que es la reconciliación.

 

Desde instancias como el parlamento colombiano, en este caso desde la Cámara de Representantes la gran apuesta de nuestra candidatura es luchar por la paz con la reconciliación, con mayor razón en momentos en los que surgen y crecen en el país iniciativas de gran alcance que merecen nuestro mayor respeto como la de Reconciliación Colombia con la que están comprometidos aliados estratégicos de la empresa privada, entidades estatales, organizaciones sociales, medios de comunicación y organismos de cooperación internacional.

 

Las discusiones que se dan en La Habana no hacen sino reafirmar que es equivocado pensar que los acuerdos derivados de las negociaciones del conflicto armado sean en si la paz, por el contrario esos acuerdos son sólo el inicio, el punto de partida para que la sociedad entera, según aborde el postconflicto pueda avanzar hacia una paz con reconciliación que por supuesto la haga estable y duradera.

 

La reconciliación que posibilitará dar un salto cualitativo en la forma de concebir la paz tiene en principio que estar basada en la construcción de la memoria histórica, la justicia, la reparación integral, la recuperación de los territorios y el fortalecimiento de la institucionalidad democrática como cuota inicial para la realización de un proyecto común de nación y de vida que sea el resultado de un nuevo pacto social que incluya a todos los sectores de la sociedad colombiana.