Balmore González

Por: Balmore Gonzalez Mira

Tal vez sea la incoherencia de los políticos el elemento que más sobresale a lo largo de sus carreras públicas en Colombia y tal vez esa incoherencia hace que su comportamiento camaleónico se vaya convirtiendo en un elemento del paisaje propio de quien se ha dedicado a este lindo, pero pisoteado oficio de la política. Y es que la política se ha entendido como el arte de gobernar a los pueblos, pero en nuestro territorio se ha desprestigiado a tal punto que el político es sinónimo de mentira, engaño, trampa, deslealtad, traición y corrupción. Por ello nadie quiere parecerse a los políticos, pero todos quieren su apoyo para llegar al poder. Muchos de ellos hoy se escudan en otras labores o profesiones y practican la política diariamente,  diciendo que no lo son. Se avergüenzan de serlo o el solo hecho del repudio social les causa escozor.

A tal grado estamos viendo en la actual campaña como se utiliza al elector que ahora el cinismo hace parte del escenario para tratar de hacernos creer que los victimarios son las víctimas, como lo hacen las farc pidiendo igualdad de condiciones para poder adelantar su campaña; cinismo puro y del bueno. Jamás habrá igualdad de condiciones, pues a ellos les regalaron ya unas curules y además no les han exigido pagar sus penas y adicionalmente, como lo sabe todo el país, no han entregado todos los bienes producto del secuestro, la extorsión, el narcotráfico y el crimen organizado. Y con todo el cinismo reclaman la financiación del estado, la plata de los contribuyentes  porque no tienen un solo peso para su campaña. Solo porque aquí a alguien se le ocurrió premiar a los delincuentes y se ha creado una conciencia colectiva de que delinquir paga,  vamos creando en las nuevas generaciones la creencia de que es mejor formar un grupo delincuencial al cual luego le darán todas las garantías, que prepararse para engrosar aquel ingenuo  grupo de “los buenos somos más”

Todo el escenario anterior viene siendo utilizado por dos personajes siniestros para la función pública en Colombia y que vienen seduciendo  incautos con su peligroso estilo,  el populismo de Petro y la ineptitud de Fajardo,  hoy dominan las encuestas. El primero habla demasiado con promesas que acabarían al estado y el segundo, cantinflescamente,  nada propone, porque solo sabe de matemáticas. Pero lo que más preocupa en el escenario circense de la política nacional, y digo política de circo, porque ahora resulta que quienes fueron los peores gobernantes de Bogotá y Antioquia, son los favoritos de unos irresponsables encuestadores que los están inflando, tal vez pagados por ellos mismos, sin calcular el daño que le hacen a la opinión pública, creando monstruos que después serán difíciles de desmitificar o tal vez a la espera de que ganen y poder disfrutar de las mieles de la mermelada publicitaria en las cuales soportan sus falsas imágenes. Con el agravante que están enarbolando las banderas de la transparencia cuando, inexplicablemente, los organismos de control, que también están en campaña, no les abren investigaciones serias para determinar sus responsabilidades en los actos de corrupción durante sus mandatos.

La amenaza sigue latente y la única forma de atajar el país para que no vaya al precipicio electoral que se idean las encuestadoras, es salir a votar masivamente el 11 de marzo por los candidatos de centro derecha y en mi caso personal anuncio mi voto para Senado por Nicolás Pérez y para Cámara por César Eugenio Martínez y en la consulta por Iván Duque, todos del Centro Democrático, para recuperar la esperanza de Colombia.