Por: John Fernando Restrepo Tamayo
Me complace mucho como colombiano, como ciudadano y como abogado la noticia de los nuevos magistrados que llegarán a la Corte Suprema de Justicia. Me complace y me refresca que la Corte Suprema de Justicia dé ejemplo de lo que debe ser: a la judicatura llegan juristas. Un jurista es un experto en derecho que se vale de él como criterio para entender la realidad. Un jurista es un amplio conocedor del derecho. Lo estudia con rigor y se compromete en hacer que su pronunciamiento jurídico tenga asiento en la norma. Norma buena o deficiente pero norma.
Un jurista es lo que la judicatura necesita para ver si logramos salvar la institucionalidad jurídica de finqueros, terratenientes, comerciantes, politiqueros, bandidos, parlanchines, oportunistas, lagartos, directores de orquesta, bailarines, saltimbanquis y mediocres que hicieron de la judicatura un circo. Un alambique donde se embriaga, se ensordece y enceguece. Dedicados al lobby y alejados del derecho. Propagandistas de banderas políticas y de acusaciones personales que arrojaron por la borda lo que la justicia significa en un Estado social de derecho.
Me complace por la Corte Suprema de Justicia que los nuevos togados tengan origen en la academia y no en la política. Estoy convencido de que la debacle de las Cortes tuvo origen cuando los vicios políticos atravesaron sus entrañas. Esta intromisión dio lugar a que cambiaran sentencias por joyas, tierras, abarrotes, pistolas, galones de wisky y sexo. Dinero, poder. Mucho dinero y mucho poder.
Una sociedad que no cree en sus jueces es una sociedad sin norte ni horizonte. Es una sociedad sin justicia. Una sociedad injusta es el caldo de cultivo de la inequidad, de la guerra y de la fuerza. Era necesario recomponer el camino. Era necesario intervenir la judicatura. Cambiar los perfiles y hacer que de las Cortes haya fallos conforme a derecho. Y solo puede fallar conforme a derecho quien sepa derecho. Estos nuevos magistrados tienen una responsabilidad enorme: hacer lo que saben hacer. Fallar conforme a derecho, sin atender intereses ni privilegios. Sin hacer cálculos políticos. La ley como norte y como bandera. Magistrados así hacen creer en la esperanza.
De los siete magistrados soy cercano a dos de ellos. Les conozco como colega y como alumno. Y lo primero que se me ocurrió expresar cuando supe de su elección fue: ¡qué bien el que se acaba de hacer la Corte Suprema! Ojalá tengan la entereza de conservar el temple y la independencia que los ha caracterizado hasta ahora. Qué bueno por ellos, por la Corte y por la sociedad. Con esta elección se corrige el entuerto en el que habíamos caído. Ojalá sean ejemplo para futuras elecciones y que el ejemplo se refrende con buenos fallos conforme. Sin propaganda ni venganza. Sin cálculos electorales ni oportunismos políticos. El país lo exige y la sociedad lo merece.