Por: Eduardo Aristizábal Peláez
Es clara e inobjetable la decisión de la Junta Directiva del Atlético Nacional de despedir a dos de sus empleados, al Presidente Ejecutivo Juan Carlos de la Cuesta y a un Auxiliar de la Comisión Técnica, el argentino Gastón Pezutti, quienes inconsultamente habían montado en forma subrepticia un negocio de manejo de jugadores.
Fue una determinación imperativa e inaplazable, tras el golpe artero que recibió de 2 funcionarios en quienes había depositado toda su confianza, una entidad tan respetable en el concierto deportivo mundial, como el Atlético Nacional.
Es que en el caso de la Corporación Deportiva Atlético Nacional no son simplemente unos excelentes resultados deportivos de un equipo de futbol, con una cauda de seguidores en todas las ciudades del país y del exterior, sino la imagen de una institución respetable y de la Organización Financiera que la respalda, las que se mancillan por una actitud irresponsable de dos personas a quienes se les había dado abrigo.
Infortunadamente por querer hacer bonito, en la escogencia del nuevo Presidente, La Junta directiva del Atlético Nacional hizo muy feo. El nombramiento del Ingeniero Mecánico Andrés Botero Phillipsbourne no ha caído bien, ni entre el aficionado del común, ni entre los empresarios antioqueños que conocen de sobra las pilatunas del expresidente del Comité Olímpico Colombiano y exDirector de Coldeportes Nacional.
Es vox populi en Antioquia que un empresario como Botero Phillipsbourne quien llevo a liquidación obligatoria a varias empresas del departamento, confirmando sus falencias como financista, que paso por la máxima jerarca del deporte colombiano como un rayo de sol por un cristal , sin romperlo ni mancharlo, que Dirigió los Juegos Atléticos Nacionales peor organizados en la historia deportiva del país, y unos escenarios, algunos inconclusos o entregados a firmas con funcionarios actualmente vinculadas a procesos, ingrese a una entidad privada, pero con una gran responsabilidad pública para cumplir funciones de Presidente Ejecutivo con un presupuesto que supera los 20 millones de dólares. A propósito del control de construcciones deportivas, es bueno traer a colación la edificante frase de la administración moderna que nos enseñaron en EAFIT: Las funciones se delegan, pero la responsabilidad se comparte.
Sabemos claramente que ni la Organización, ni la Corporación Deportiva recurrieron a empresas cazatalentos para escoger al nuevo Presidente, pero sí, que primó mucho la cercanía de Andrés Botero con la Familia Ardila.
Si la familiaridad fue factor definitivo para la escogencia del nuevo Presidente, no hubiera sido una excelente alternativa el actual Presidente del Atlético Bucaramanga, Héctor Fernando García Ardila ? De la familia, ejecutivo brillante, superconocido por la Organización a la cual estuvo vinculado por más de 30 años con excelentes resultados, anteriormente estuvo vinculado al equipo antioqueño, sin ninguna mácula, ni sombras que lo inhabiliten para ejercer su profesión en cualquier organización seria del país. Lástima, se enredaron en los calzoncillos.