Diego Calle

Por: Diego Calle Pérez

Hace 40 años las empresas productoras de alimentos para animales no proyectaban que fueran a vender comida concentrada para perros y gatos. En los estantes de los supermercados, graneros y tiendas de barrios, ya se tienen promociones y surten con más frecuencia cuidos y comidas variadas para perros y gatos.

Hoy en día, se alimentan con más cuidado el gato y el perrito de la casa.  A la canasta familiar se incluye la mesada del perro con afiliación a plan de salud y Exequias. Los métodos de planificación de los animalitos aumentan y después de dos o tres partos proceden a su esterilización.

Los veterinarios de esta época ya no asisten a fincas y hoy sus consultorios abren hasta las 24 horas para asistir las urgencias de las mascotas queridas por sus amos. Plan de dieta y medicamentos para acompañar las comidas.

El Planeta de los Simios fue una película que en su momento nos erizaba la piel como diría nuestra diva Amparo Grisales. Nunca hemos visto chimpancés de mascotas sino en laboratorios experimentando con ellos vacunas y drogas para humanos. Hoy, en pleno siglo XXI, martirizamos sin darnos cuenta, a los animalitos viviendo con ellos en apartamentos de 70 y 90 metros cuadrados, dejándoles en un balcón contemplando la altura de la ciudad y mirando el horizonte esperando la llegada para una salida al parque más cercano.

Hoy las nuevas urbanizaciones tienen sendero para el perrito pasear y bolsitas para recoger excrementos en el centro comercial. Los pocos parques de las ciudades, se visitan con más frecuencia con el propósito de hacer el paseíto del habitante de la casa familiar. Con pequeños avisos: “Si su perro lo hace por necesidad, recójalo por urbanidad”, pronto hasta dará multa.

Estamos perdiendo el sentido de la protección animal a la sobreprotección. Hay conciencia para con los seres sintientes, ley 1714 de 6 de enero de 2016,  pero falta racionalidad, es imposible en muchos casos comparar.

El instinto ancestral de los lobos y los felinos lo vemos en sus reacciones en su ladrar y en su maullar en tiempos de celo y limitando sus territorios con el orín y comiendo heces fecales de sus congéneres. Estamos rayando en extremos y nos preocupa más el adiestramiento de la mascota, que los muchos jóvenes que no asisten a la escuela por falta de un refrigerio y sin una cajita de colores para dibujar su sentir de la vida.