Por: Alfaro García  

Hace pocos días el periódico El Colombiano publicó una pequeña crónica acerca de una bicicleta que permanece estacionada en el parque principal del municipio de La Ceja, la cual es utilizada por quien la necesite, dejándola siempre en el mismo lugar, al parecer no tiene dueño y se conoce como “la bicicleta de los hinchas del Medellín”.  Lo curioso del asunto es que no se la roban y si alguien la necesita para hacer una diligencia, simplemente la utiliza y luego la deja en su lugar.  Tal vez quienes en la cotidianidad montan el caballito de acero, desconocen las teorías políticas que fundamentan el “Comunismo” en el mundo; inicialmente se habló de un comunismo primitivo, “donde nadie era dueño de nada y todo era de todos”, luego vinieron varios teóricos quienes anunciaron al mundo las bondades de un sistema de sana convivencia.  Es así como en la memoria de algunos intelectuales quedó grabada la frase: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”. Fue ese el presagio de Carlos Marx en su obra: El Manifiesto del Partido Comunista.

El comunismo, entendido como la etapa superior del socialismo, puede definirse como una sociedad sin Estado, sin propiedad privada y sin clases sociales.  Por motivos históricos se ha confundido exclusivamente con el Marxismo Leninismo y a veces con la guerra y la violación de los Derechos Humanos.  Sin hacer apología a cualquier teoría política, es importante señalar que, finalmente lo que el hombre debe aprender es a vivir en comunidad y a respetar y cuidar los bienes comunes; nada de raro tiene que una bicicleta sea de todos y no sea de nadie, pero en esta época parece algo extraordinario o fenomenal.  Es cuestión de cultura ciudadana.

Se entiende por cultura ciudadana el conjunto de valores, actitudes, comportamientos y reglas mínimas que generan sentido de pertenencia, impulsan el progreso y facilitan la convivencia.  Además del reconocimiento de los derechos y deberes del ciudadano, la cultura ciudadana lleva implícito el sello de que todos los bienes públicos son comunes a todos y por ende todos deben cuidarlos.  Una sociedad bien instruida y consiente de los beneficios que trae obrar bajo los principios de equidad y responsabilidad social, no tendrá necesidad de ser castigada u hostigada con tantas normas o sanciones.

La falta de cultura ciudadana, lleva a que algunos ciudadanos, sin importar el daño colectivo, saquen las basuras a la calle a pocas horas de haber pasado el carro recolector, otros llevan sus mascotas a zonas verdes lejanas a sus casas para que hagan sus necesidades sin importar el mal causado, algunos más prenden sus equipos de sonido con alto volumen impidiendo la tranquilidad y el descanso de vecinos fatigados y enfermos.  Esos ciudadanos desadaptados al medio social deberían ser obligados a asistir a cursos de cultura ciudadana donde les quede claro que la sana convivencia se desprende de una buena cultura social.

La apropiación de los espacios públicos como parques, canchas, calles, iglesias, museos, paraderos de buses, entre otros, debe ser una función del Estado, el cual desde los primeros años de escolaridad debe inculcar en sus futuros ciudadanos el respeto por los bienes colectivos; algunos mandatarios deben pensar más en la educación de sus habitantes, invitándolos a barrer conjuntamente las aceras y las calles, a pintar los frentes de sus casas, a hacer y respetar las filas, entre muchas cosas más. Lo que es común a todos y desde siempre se enseña a respetar, nunca desencadenará problemas o agresiones, ya que todos vivirán en función de lo que a todos aporta o presta beneficio.