Por: Carlos Mauricio Jaramillo Galvis
Iniciando el siglo XXI, las Naciones Unidas –UN- había fijado el año 2015 como meta para la reducción de la pobreza aunque fuese a la mitad, pero con lo que no contaba esta organización era que para el año 2007 se presentaría una fuerte crisis económica, lo que dio al traste con tan importante estrategia.
Algunos países, a la fecha, han podido reducir una buena porción de sus poblaciones pobres como es el caso de la China (de 685 millones en 1990 a 213 millones en el 2010), mientras que la India lo incrementó en el mismo período de tiempo (pasó de 466 a 489 millones de pobres); el este y el sur de Asia, Medio Oriente y el Subsahara Africano que contaban hasta hace poco con 820 millones de personas, vieron aumentar sus poblaciones con millones de hambreados producto del incremento del desempleo y de los precios de los alimentos, pero a su veces crecieron con ellos el analfabetismo y las enfermedades.
Pero como en casa del herrero el cuchillo es palo, cuando las UN fijó las denominadas Metas del Desarrollo del Milenio (MDG) no tuvo en cuenta, y sin explicación alguna, las metas relacionadas con el crecimiento poblacional y lo concerniente a la planificación familiar y, para subsanar este error, hace apenas unos años, había aprobado otra meta que debió cumplirse el año anterior y que consistía en la búsqueda del acceso universal a la salud reproductiva y, con ello, apurar un esfuerzo mundial para que las actuales parejas no tengan más de dos hijos, puesto que ya es de conocimiento general que cuando las poblaciones crecen de forma incontrolada, sobrecargan los sistemas naturales y estos no pueden soportarlas.
¿Por qué desestimular la procreación? ¿Por qué solo dos hijos? Porque hay que erradicar la pobreza y estabilizar la población del mundo, pues su crecimiento descontrolado se ha convertido para muchos países en un asunto de seguridad nacional, especialmente para los que están en vías de desarrollo.
De acuerdo con un estudio realizado por el Banco Mundial, la pobreza se ha convertido en un legado de padres a hijos que es necesario romper a través de la educación para evitar el crecimiento poblacional, y en especial, hay que educar a las niñas, porque en la medida en que se educan a estas, la procreación desciende como lo han señalado ambientalistas de la talla de Lester Brown.
¿Cuánta será la capacidad de carga que pueda soportar el planeta en la medida en que la población mundial siga creciendo? ¿Qué países están preparados para ofrecer una gran demanda de recursos representados en educación, alimentos, agua, salud, trabajo, transporte, vías de comunicación entre otros, si sus respectivas poblaciones siguen creciendo incontrolablemente?
Las UN señalan que la población mundial podría llegar a ser en el año 2050 de 9200 millones, por lo que urge estabilizarla y, para ello, habrá que romper muchos paradigmas como el control de la natalidad a través del uso de los anticonceptivos y la esterilización (libres de costos), contar con unos medios de comunicación efectivos, la alfabetización de las mujeres, la eliminación del asistencialismo a madres jóvenes porque se ha convertido en un elemento que desangra las finanzas estatales y permite la continua procreación de jovencitas e incluso, hasta replicar modelos como el de Irán donde el gobierno le exige a las parejas tomar clases de métodos modernos de anticoncepción antes de recibir su respectiva licencia matrimonial.
Atender las necesidades de más de 250 millones de mujeres que de una u otra forma no cuentan con acceso a un método anticonceptivo es evitar que se presenten unos 60 millones de embarazos no deseados, los mismos que derivan en millones de abortos y muertes de infantes sumidos en la pobreza y la hambruna.
En las diversas Metas del Desarrollo del Milenio (MDG) hay una que juega un papel clave para la sobrevivencia de la especie humana y es la de cerrar la brecha de la planificación familiar, pues de no cumplirse con esta los costos serán incalculables y para ello se cuenta con la tecnología y los recursos financieros necesarios.
Urge entonces, reversar la tendencia al crecimiento demográfico que depreda el planeta desde lo ambiental y que arrastrará a una profunda crisis a nuestra civilización.