Por: Gustavo Salazar Pineda
No hago referencia aquí de lo que se aprende en las aulas para la adquisición de un cargo, lo que me interesa reseñar nuevamente es el conocimiento que sirve para vivir con arte, para hacer de la vida la mejor opción de autorrealización y consecución de lo que verdaderamente conlleva a la felicidad humana. Los que saben de la vida, de sus vericuetos y de sus misterios, enseñan que los fundamentos del aprendizaje constituyen un trípode compuesto por los ingredientes necesarios para tal fin: mirar, sufrir y estudiar mucho. En estos temas la humanidad ha sufrido mucho para lo cual basta recordar que la historia del hombre sobre la tierra ha sido de guerras y del uso desmedido de la violencia. En este punto no ha variado mucho, excepción hecha de algunos breves períodos de distensión y paz entre los asociados.
A nivel individual, las personas de antaño eran formadas en la vida cotidiana con sacrificio y muchas restricciones y el sufrimiento hacía parte de la pedagogía del vivir. Las generaciones nuestras y las de nuestros antepasados aprendimos de la lucha, del sacrificio, de las dificultades, en suma, del sufrimiento. Los padres de las generaciones más recientes quisieran y quieren evitar a sus hijos el sufrimiento bajo el entendido que esa actitud y conducta le hacen un bien a sus descendientes. Nada más equivocado, creer que por medio de la exigencia, la disciplina y la educación por la lucha diaria del vivir se perjudica o se destruye un proyecto de vida de los hijos. Por el contrario, en la vida hacen falta las dificultades y contrariedades para el aprendizaje del correcto vivir, como al marinero le forma el mar bravío y el sereno y exento de grandes oleajes. La mundanidad, la vida callejera, la vida contrariada con el prójimo hacen parte del difícil arte del buen vivir. Los grandes hombres y las mujeres eximias del género humano han tenido vidas duras, infancias difíciles y hogares en los que que nada sobra ni los lujos abundan. Ello explica por qué la sordera en Beethoven fue una causa que lo llevó a ser un genio de la música, antes que un infeliz incapacitado; Edith Piaff y madame Coco Chanel, fueron dos francesas con vidas difíciles en su infancia que aprendieron de la calle y supieron sacarle partido a las limitaciones y precariedades de sus infancias.
Castrar la creatividad, limitar el hijo para que sea producto también de las condiciones externas ajenas a su hogar, sobreproteger a los descendientes, produce mujeres y hombres adultos poco aptos para futuras vidas de plenitud y felicidad personales. Enseñarles a enfrentarse al hostil complicado mundo callejero, informarles e instruirles en lo bueno y malo que la sociedad representa para las personas, formarlos en el arte de saber enfrentar los problemas y las dificultades cotidianas, es más importante que arropar los hijos y protegerlos en demasía, salvo cuando son infantes y dependen de sus progenitores. Mujeres y hombres que saben de la calle, que han vivido más allá de las fronteras de su hogar, que son mundanos, son aptos para ejercitar el bello y noble arte del buen vivir. Los que se amparan y esconden en las enaguas de sus madres o bajo la tutela de su padre, son candidatos seguros para el fracaso personal y renegados del adecuado y correcto vivir.
En cuanto a mirar mucho, ese ejercicio poco lo hacen adultos y jóvenes, observamos un poco, pero mirar y contemplar lo exterior, lo que nos rodea es algo que no muchos ejercitan. Bien se ha dicho que miramos, pero pocas veces vemos. Concentrarse y focalizar plenamente lo que aparece ante nuestros ojos y observar lenta y conscientemente no ha sido la forma de captar el mundo por muchas personas y menos en el presente en el que andamos distraídos y alienados por la sofocante tecnología cibernética. La humanidad está cada vez más distraída en cuanto a su interior, a su vida, a su cuerpo y la alienación en el vivir ha llegado a extremos en la muy dañina robotización a la que tantas veces he hecho referencia en esta columna. Y lo de estudiar mucho también es una materia que cada día practicamos menos.
El joven y el adulto de hoy se informan, se entrenan superficialmente en el acontecer diario, preferiblemente violento, del negativo, del destructor. Basta ver la noticias de CNN y de los canales de televisión latinoamericanos, que son copia vulgar del modelo informativo amarillista y apocalíptico noticiero, para concluir que el estudio profundo, serio y formativo está desapareciendo y en su lugar se está formando una juventud para oficios y labores eficientistas, tecnológicas y la cultura del saber para la vida y el buen vivir se desprecian olímpicamente. La inteligencia al servicio de una vida estimulante y venturosa ya no se ejercita, se impone, contrariamente, la idiotización colectiva liderada por los formuladores de la opinión pública, que hoy ya no son los clásicos medios de comunicación, sino los youtubers en los que abundan más los charlatanes, payasos y arlequines que los sabios de otros tiempos.