Por: Edwin Alejandro Franco Santamaría
Al momento de escribir esta columna habían transcurrido por los menos tres horas desde que se cerraron las urnas y por tanto concluido el llamado a los ciudadanos colombianos a participar en el plebiscito, tildado de histórico por lo que estaba en juego y obviamente estaba claro que el No se había impuesto sobre el Sí muy a pesar de toda la maquinaria gubernamental, que muchos sectores políticos, académicos y económicos se habían matriculado por esta opción y por cierta estigmatización por parte de estos mismos sectores hacia los que hicieron pública su inclinación por el No. Lo que antecedió antes del plebiscito es de público conocimiento: posiciones radicales de ambos bandos que los llevó a decir mentiras con tal de conseguir apoyos para sus correspondientes campañas que lograron confundir a muchos y a acentuar las posiciones de quienes ya estaban decididos a votar en uno u otro sentido, pero sin lugar a dudas tanta información falsa condujo a incredulidad y por tanto al abstencionismo.
Muchas opiniones se escucharán en los próximos días sobre lo que puede o debe suceder ahora que los colombianos dijeron No al mal llamado acuerdo de paz, si se tiene en cuenta que casi nadie le daba opción al No y menos el gobierno. Era habitual ver y escuchar a sus representantes, empezando por el presidente, manifestando que no contemplaban un plan B.
Por mi parte considero que quienes mentían diciendo y repitiendo que si el No se imponía se volvía a la guerra estaban totalmente equivocados, porque quienes se inclinaron por el No dijeron no estar de acuerdo a lo pactado entre el gobierno y la guerrilla, pero eso no significa que no quieran la paz o que sean uribistas, muy a pesar que el Centro Democrático saldrá a atribuirse el triunfo, aunque debe reconocerse que si tiene su cuota importante en el resultado.
No hay que hacer muchos esfuerzos mentales ni ser un experto en estos temas para concluir que el resultado del plebiscito no es tan catastrófico como muchos decían, por el contrario, se pueden hacer ajustes necesarios a los acuerdos, porque el Si no tenía condiciones, era un cheque en blanco a la guerrilla, de ahí a que se dijera que estos acuerdos eran un salto al vacío. Fueron satisfactorias las palabras del presidente, en su alocución del día domingo, al afirmar que el cese bilateral del fuego continúa vigente, que no cejará en su empeño en buscar la paz y en invitar a todas las fuerzas políticas partidarias del No a un diálogo del cual pueda salir un acuerdo más firme y fortalecido (lo que prueba que el No no era tan apocalíptico); las del jefe de las Farc, que dijo que le seguían apostando a la paz, está por verse si acepta la necesaria renegociación de algunos puntos en los que se han mostrado inflexibles como la posibilidad de cárcel para los cabecillas, de no acceder a cargos de elección popular y un mayor compromiso de reparación a las víctimas del conflicto; y también las de Francisco Santos, cuando dijo debía haber garantías para las Farc y para los que dijeron Sí.
Histórico resultado que deja varias lecciones a muchos, especialmente al gobierno y a sus aliados, que se encargaron de estigmatizar a quienes defendían el No y menospreciaron y subestimaron a los de este bando.
El resultado es un campanazo a quienes se sentaron en la mesa, que se hizo oídos sordos a muchas objeciones de varios sectores, que se sentía que quien había ganado era la guerrilla, que era ésta a la que le habían hecho un traje a la medida. Buen momento para recomponer el camino, porque tampoco se pueden tirar a la basura 4 años de negociaciones. Y ojalá el ELN sepa interpretar el resultado del domingo.