Por: Diego Calle Pérez.
En 1982 iniciaba Belisario Betancur su periplo por la Presidencia de Colombia, con la bandera de la Paz y si no estoy mal dateado la muchachada de ese entonces salimos a la puerta a pintar en los postes la paloma blanca de la Paz.
Terminaba Julio Cesar Turbay,- el siempre recordado hombre del talante y moño de corbata,- con un porcentaje desfavorable por la toma a la Embajada de la República Dominicana que el M-19 asaltaba y secuestraba a los miembros diplomáticos de numerosos países que departían en una fiesta conmemorativa. A los días viajaba la comandante Chiqui y otros miembros del M-19 a la Cuba libre de los Castro.
La década de los ochenta en Colombia marcará como una época perdida. No éramos conocidos en el Mundo ni por la cocaína, ni por el fútbol, el café y el ciclismo sonaban con fuerza en las competencias en que Lucho Herrera resaltaba en su caballito de acero.
Belisario llegó a la casa de Nariño con el grupo Prisa y rápido fueron desocupando lo que traían en aviones y no barcos como antes. A la mitad de su periodo la toma del palacio de Justicia, otra vez M-19 y el nevado del Ruiz erupcioná y arrasa con Armero.
Empieza el gobierno de Virgilio Barco en 1986 y nuevamente se hacen acuerdos de paz con los de las FARC, el narcotráfico empieza a generar otro ambiente social en la economía y toca las puertas de la política. Aparecen nuevas relaciones internas entre mafia, cocaína y política que conducen a muertes selectivas de carteles y aparece un nombre imborrable en la historia nacional: Pablo Escobar.
Cada 4 años, 7 de agosto, la muchachada hacía fiesta por cambio presidencial, esperando mejorar la historia mal narrada y contada, de un país que se sigue construyendo. Por 16 años hemos tenido dos gobiernos que se convirtieron en la antítesis de cada uno en su relevo presidencial. Uno de guerra y otro de Paz, resumen algunos que quieren ser objetivos y serenos al opinar.
Comenzar a direccionar un país que sangra heridas todos los días, será un reto para el nuevo habitante de la casa de Nariño, llega joven y rozagante, encarar su maniobrar, su propio estilo y tomar decisiones que afectan la globalización, con acuerdos de Paz que son milimétricamente avalados por organismos internacionales, es una agenda apretada y trabajada al mejor estilo de conocedor político.
Esperemos no repetir lo que muchos quieren que vuelva: guerra. Sin tener presente los 50 años que hemos desgastado pintando una paz a medias y un futuro para pocos. Generación Futuro: 7 de Agosto. La muchachada optimista casi parecida a la que nos unía hace más de 30 años y se nos perdía en Soacha. Nunca la habíamos sentido como la que desata el que ha dicho él que por 8 años fuera el refundador de la patria. Los nombramientos de ministros son lo de menos y lo que sigue es lo que augura un presente de un país desencuadernado y políticamente en crisis de partidos que se han enterrado entre ellos mismos.