Por: Diego Calle Pérez
Las notas que siguen se producen con base en una experiencia de investigación, en particular de los procesos de gobierno de la ciudad y gestión urbana. Estas reflexiones deben ser entendidas como parte de una serie de escritos que pretenden reflexionar sobre la gestión de los actores urbanos en la ciudad de Medellín, al mejor estilo del gran maestro Darío Ruiz Gómez.
A Medellín se le quiere urbanizar por laderas, pequeños valles y bordeando el río y las quebradas que han servido como fuente permanente de límites de barrios y comunas. Los corregimientos apenas están empezando a tener la presencia que nunca se les reconocía. Los corregidores no son alcaldes menores sino inspectores de construcción y mediadores de conflictos sociales.
Pocos son los concejales que han conocido de los alcances de los actores sociales que se encuentran en los corregimientos de una ciudad, que saliendo de la alpujarra, en menos de 25 minutos, encontramos cultivadores de cebolla de rama, cilantro y tomate de aliño. Con veredas muy pobladas para no decir conurbanas. Opciones de dormitorios sin necesidad de salir del área de la ciudad, que concentra su comercio y servicios ciudadanos como educación, salud y vivienda.
En la ciudad encontramos dos tipos de procesos estructurales fundamentales: los de la acumulación capitalista, como es el caso de sectores por urbanizar como Naranjal y Arrabal, el Chagualo y volver a mirar a San Benito como posible sector habitacional, mezclado con comercio y centros educativos. El otro proceso que encontramos, es el de la dominación propia de esa forma social que ya muchos conocemos.
El comercial que cada vez se renueva con más inversión. Restaurantes, sitios de café, comida internacional, venta de vehículos y motos, servicios turísticos, inversiones en propiedad y locales para el comercio en centros comerciales que renuevan su filosofía de mercadeo y ventas.
También, encontramos realidades sociales heterogéneas, con actores que corresponden a universos muy diferentes, la estratificación de una ciudad de contrastes, entre barrio y barrio se cobran servicios básicos como agua y energía con precios diferentes. Las étnias negras e indígenas reciben un trato discriminatorio y hacen de sus barrios guetos que solo penetran los certificados por el dueño del territorio. Lo cultural y lo político ha generado un proceso social desde 2004 que abre brechas, como: bibliotecas que se caen sus fachadas, presupuestos que no alcanzan para actividades culturales y campañas electorales que parecen una pasarela de vanidades.