Enclavado en las montañas de la cordillera Occidental, poblado por gentes nobles y honestas que tejieron sus vidas en la solidaridad y construyeron su región con sus manos trabajadoras y sus corazones hospitalarios, se encuentra el Municipio de Granada, corazón geográfico y punto de encuentro de las subregiones del Oriente antioqueño; un Municipio que Colombia y el mundo conoció por las violencias que lo asolaron en los años noventa y que provocaron uno de los desplazamientos más altos del mundo, 60% de la población total -19.500 habitantes-, 92% en el Corregimiento de Santa Ana. En Granada existe hoy la misma población que habitaba en 1905, alrededor de 9.600 habitantes, los demás seres humanos, murieron, están desaparecidos, o les tocó aprender a vivir despojados de su historia y sus arraigos.
Granada ha sido, pues, territorio de dolor. El 6 de diciembre de 2000, las Farc destruyeron el casco urbano y los principales lugares del municipio, al detonar un carro bomba con 400 kilos de dinamita y disparar pipetas de gas indiscriminadamente sobre las viviendas de los granadinos desde las 11:30 de la noche hasta las 5:30 de la mañana; 18 horas de terror que dejaron 23 muertos, decenas de heridos, 131 casas y 82 locales destruidos y 313 averiadas, en un radio de 7 manzanas. Su tierra fue escogida sin su consentimiento por los grupos ilegales para librar su guerra, “…una batalla a la que no fuimos invitados, no queríamos participar y nos tocó colocar los muertos, los desaparecidos, las familias desplazadas…”.
Un momento y un acto de quiebre en esa historia lo constituye la decisión de las autoridades, encabezadas por el gobernador Guillermo Gaviria Correa y la comunidad granadina, de no dejarse arrinconar. La marcha del ladrillo, las acciones del Comité por la Reconstrucción de Granada, coordinado por la Universidad de Antioquia, y la participación del municipio en el Laboratorio de Paz del Oriente confluyeron para despertar la solidaridad y convertir el dolor en acciones de memoria, de reconstrucción física y social que hoy le hacen ser municipio ejemplar en Colombia.
Sobre su memoria, Granada ha empezado a construir su futuro. La sólida identidad de los granadinos no les permitió resignarse a ser pasivos receptores del dolor que les infringían, que las víctimas se negaran a victimizarse y menos a que el Municipio aceptara la soledad que empezó a asustar en sus calles y casas. El año pasado, para dar cuenta de sus víctimas, no desde las estadísticas, sino desde sus recuerdos, vivencias y relatos, que mantendrá presentes las vidas truncadas por paramilitares, guerrilleros e irresponsables miembros de la Fuerza Pública, los granadinos inauguraron el Salón del Nunca Más.
El Salón es “un proceso de reconstrucción de la memoria de las víctimas del conflicto armado de éste municipio, que busca generar un escenario físico y una dinámica social, pública y política donde de manera permanente y dinámica se exprese la voz de una sociedad que da a conocer al mundo los atropellos vividos en el marco del conflicto armado pero a la vez vela por la no repetición de éstos, y por que sean reconocidos sus derechos a vivir en paz, así como a la verdad, la justicia y la reparación”. Es un Salón de “Memorias que dialogan para reconstruir la vida”.
Los granadinos y los familiares de las más de seiscientas víctimas y casi doscientos desaparecidos, representadas a través de sus biografías, fotografías y recuerdos personales, reclaman que esa historia de dolor no se repita y quedan como testimonio de la barbarie que sus parientes y vecinos no quieren volver a vivir. Los sobrevivientes han encontrado en este salón la oportunidad de elaborar sus duelos, compartir sus historias y resarcir el dolor que no había encontrado otros mecanismos para ser paliado.
Las gentes de Granada se levantaron en acciones de solidaridad y Noviolencia para detener la presión de los grupos ilegales sobre su territorio, han conseguido tejer el reconocimiento a las víctimas, armar procesos de reconstrucción económica y social que hablan de un Municipio floreciente a pesar de haber pasado por tanto dolor y han logrado avanzar en el retorno de cientos de familias expulsadas de sus terruños en sólo cuatro años y la recuperación del comercio y de la actividad agrícola local.
La vocación civilista y vitalista de los granadinos es fuente de creativos proyectos gestores de comunidad, hace que los granadinos todas y todos sean partícipes del desarrollo: sus cooperativas de ahorro y crédito, la Corporación “Granada Siempre Nuestra”, y los medios de comunicación del Municipio han propiciado la unidad granadina en los momentos más difíciles para decidirse a superar la historia de horror que padecieron.
En justicia con las víctimas de Granada y de este país, el Congreso de la República tiene la ineludible e histórica responsabilidad de avanzar en el debate del proyecto de ley que reconozca a las víctimas como sujetos, que imponga la verdad y exija la reparación manifestada en el abrazo solidario que palie su dolor y en las oportunidades que les permitan reconstruir sus propias vidas en lo laboral y afectivo, en un proceso que debe seguir caminando hacia una reparación cada vez más integral.