Por: Diego Calle Pérez
El maestro, el cura y el alcalde de pueblo ya no tienen el mismo valor social de hace años atrás. La sociedad colombiana ha cambiado y sus actores también han evolucionado en el tiempo y en el espacio que habitan. Los alcaldes ya no son nombrados por el gobernador de turno. La elección democrática de alcaldes ha corrido con otra suerte para los pueblos. El cura es nombrado por el obispo y arzobispo, los rotan con mayor brevedad, ya no los dejan anclados en las parroquias como si fueran los dueños absolutos de la conciencia del pueblo que confiesan. Los maestros son nombrados en concurso y algunos ya ni aceptan ir a enseñar a leer a una vereda muy lejana de la cabecera municipal.
Los maestros ya no perciben los pocos incentivos que los motivaban a ejercer su oficio. Prima de vida cara, prima por difícil acceso, prima por estar en zona roja y otros ítem que ya ni se, si los pagan por ser licenciado o normalista superior. Los maestros en su gran mayoría pertenecen a una inmensa minoría. El gremio docente tiene mucho doliente, pero poco referente. Entre los maestros de primaria y bachillerato no hay muchas diferencias. Todo radica en un escalafón que mide el salario y no la experiencia. Alguno que otro concurso, una gramática por mejorar y unas pruebas por estandarizar, casi escribo homogenizar.
Los maestros de primaria y bachillerato, son apáticos a la política. Muchos de ellos, de los muchos viejos que quedan del 2277, cuentan que la educación tenía mucho quien supervisaba, quien controlaba y quien presupuestaba. La calidad era muy deficiente para no decir insuficiente. Nunca se le escuchaba a un profesor de primaria o bachillerato, pertenezco a tal o cual partido político. Aunque en general todos llegaban por un favor de un político. Poco se sabe de un profesor que pagara para ser vinculado en el sector oficial. Las plazas eran de acuerdo a la distancia con respecto a la capital departamental. Algunos más osados prefirieron las veredas y corregimientos. Otros nunca salieron de su pueblo natal y otros llegaron a hacer su vida profesional y familiar. Son pocos los profesores que jubilados han sido alcaldes o concejales.
Los maestros que llegan a ocupar la silla en Fecode, son el curubito de los que reciben el legado de una lucha por posicionar la carrera profesional, menos presente en el plan de gobierno de cualquier presidente. Los maestros no colocan votos en las urnas. Los rectores de las instituciones públicas son los que están recibiendo las dadivas en campañas políticas. ¿Cuantos estudiantes tiene y cuantas familias aportan su voto? La gratuidad está favoreciendo el sistema educativo. Las licitaciones privadas favorecen a los amigos del ministro. Los ministros poco saben de lo que sucede en las diferentes secretarias de educación departamental y municipal. Los senadores que dicen representar a los muchos de Fecode, esperan más de los pocos votos que reciben. Se resignan en cada jornada electoral a contar los mismos votos de siempre. Uno que otro amigo profesor y muchos profesores que por no perder el voto les parece que Jorge Robledo, Avellaneda, Jaime Dussán o la negra Piedad Córdoba pueden decir y hablar lo que muchos no saben explicar. Hay profesores, no todos son de fecode. No todos votan por el Polo, ni por los conservadores.