Por: Jaime Jaramillo Panesso
Desde que los griegos diseñaron la democracia para sus ciudades estados y luego los ingleses y franceses la modificaron ampliando sus alcances e instituciones siglos después, la democracia ha ido mejorando sus contenidos y descubriéndose a sí misma.
La democracia en Colombia se basa y consagra en la Constitución, se constituye por el consentimiento o acuerdo de los ciudadanos que delegan su voluntad en los miembros constituyentes, es decir, en los ilustres personajes que se reúnen para darle a la nación una ley de leyes, un catálogo de normas que fundamentan las leyes ordinarias, las cuales van ancladas a la norma suprema que es la Constitución. Esto lo sabe el ciudadano común y normal. Todo lo que gira alrededor de esta estructura jurídica es de gran importancia para la vida colectiva de habitantes de una república, vale decir de un estado. Esas normas, que son creadas y aceptadas por los naturales de un país, tienen la virtud que pueden ser cambiadas cuando son obsoletas o contrarias al desarrollo social, económico, político y cultural. Por las mismas vías que se hicieron, por las mismas se modifican, apoyándose en el principio esencial de la democracia que es el de las mayorías y minorías: gobiernan las mayorías y se respetan y protegen las minorías.
Sin embargo hay momentos en que unas minorías se levantan en armas para cambiar el orden constitucional. En tales casos la democracia responde con las armas y la ley. En otros momentos es al contrario: unas mayorías se rebelan contra el mandatario que abusa de las leyes y las cambia a su antojo. Ahí nace un conflicto que solo se resuelve por la correlación de fuerzas. En el caso colombiano se mezclan varios elementos: nuestra democracia siempre ha sido constitucionalista desde la guerra de Independencia, salvo períodos muy pequeños. Pero la historia nos enseña que es una constante la aparición de grupos armados, procedentes de los partidos que han conturbado el orden público en búsqueda de las libertades conculcadas o del poder para cambiar la organización del gobierno y el sistema legal.
Para el funcionamiento de la democracia se requiere la existencia de los partidos políticos, una pluralidad que permita la alternativa del ejercicio del poder. Normalmente existe variedad de partidos cuyos programas y bases ideológicas son distintos, contrarios y hasta excluyentes. En Colombia ocurre en estos momentos una situación interesante: los viejos partidos, el liberal y el conservador están en crisis. Un desgaste los tiene en cuidados especiales, tienen embolatada su filosofía política y carecen de líderes limpios, nacionales y con credibilidad, lo cual da paso a nuevas corrientes como el Centro Democrático, Cambio Radical, Polo democrático, Mira, Verdes, Partido de la U, etc.-
Una característica de la democracia pluralista (las dictaduras comunistas se autocalifican de democracias populares, pero solo funcionan con partido único) es la tendencia a configurar coaliciones. Ocurre hoy en Colombia que en el escenario aparecen dos corrientes políticas: una coalición de gobierno declinante, la Unidad Nacional, forjada alrededor el gobierno de Juan Manuel Santos. Y un partido contestatario, el Centro Democrático. Estas dos fuerzas polarizan la opinión pública mayoritaria. Está por nacer a la vida legal el partido de las Farc que tienen abonado el camino con sus brazos políticos: el Partido Comunista, la UP, la Marcha Patriótica, el Movimiento Bolivariano y una fracción del Polo Democrático.
No sería extraño que el partido de la guerrilla fariana ingresara a la coalición de Santos y se cobijara por un tiempo en esa línea confusa y difusa que se autocalifica de izquierda, amiga vergonzante del chavismo, corrupta hasta la médula y creadora del retroceso económico y social de la nación.
Se quejan algunos “filósofos de la escuela oficialista” conformada por los empresarios santistas y los medios y columnistas farianodependientes que el país está polarizado y que ello es un peligro para la paz y su democracia. ¿Insinúan que deben suspenderse las próximas elecciones? ¿Sugieren que las autoridades electorales sancionen al Centro Democrático? Toda democracia polariza sus corrientes partidarias en etapas de tensiones políticas, ideológicas, programáticas, mucho más cuando el actual gobierno ha jugado sucio con los resultados del plebiscito, con los procedimientos para el Acuerdo Final por la Paz con las Farc, con las formas arbitrarias para legislar y hacer cambios constitucionales vía fast track, evidenciadas por el pronunciamiento de la Corte Constitucional, por las concesiones hechas a la guerrilla y por la persecución judicial a la oposición uribista. La polarización es un hecho político irremediable y normal en las actuales circunstancias de la nación. Posiciones ambiguas de los sexiboys, intermedias, hermafroditas y terceristas inmaculadas son fruto de dañado y punible ayuntamiento, como señalaban los antiguos juristas. Ante los peligros de la república y la irresponsabilidad de los gobernantes, no caben dudas ni posiciones ambivalentes.