Por: Francisco Galvis Ramos
Varias generaciones nos hemos deleitado con las minifaldas y en muchos casos con lo que dejan ver: muslos hermosos y no tan hermosos, piernas bellas y no tan bellas, grupas tensas y no tan tensas, pero quienes las portan al igual se sienten divinas y en ello también está la auto estima, pero muy poca gente sabe ya que la minifalda fue creación de la modista británica londinense Mary Quant por allá en 1960 a su edad de 26 años, una moda informal que se regó por el mundo como verdolaga en playa y, todo indica, que por los siglos de los siglos, a menos que los moros invadan la tierra entera y manden a las mujeres a cubrirse desde el nadir hasta el cenit, lo que por fortuna parece improbable de contar con el muro de contención de la lujuriosa civilización de occidente.
Cabe recordar que también regordetas y paticorticas suelen enfundarse la prenda para colmo del mal gusto, no logrando en todo caso desprestigiar el uso de la espectacular y económica pieza. Tal es su prestigio que ha sobrevivido a censuras y anatemas.
La minifalda ha vuelto a ser tema de moda en Colombia por cuenta del desafuero criminal sucedido en el parqueadero del señor Andrés Carne de Res, en predios campestres de la parroquia de Chía y a una declaración más desafortunada todavía de dicho propietario que, no obstante retractación y protestas de arrepentimiento, no logra borrar de la memoria colectiva. Por mucho que se diga que no, nuestro país, al menos el urbano, es feminista y no tolera que sobre la dignidad de las mujeres se arrojen oprobios y menos que las violen, pinchen o satiricen. Entre hombres nos entendemos, pero que no se metan con ellas.
Jamás fui a Andrés Carne de Res ni volveré, ni porque lo vuelvan a traer a Plaza Mayor. En Bogotá prefiero los asaderos de la Avenida Primero de Mayo y aquí donde vivo a Asados Familia García y una cadena novísima de parrillas de nombre El Llanerito que uno se topa en las vecindades de Medellín: al sur, al norte, al oriente, al occidente. Buenos precios, calidad insuperable. Se me vuelve agua la boca con solo pensar en aquellos cortes.
Maldita la hora que a la inmortal frase “donde hay hombres hay prostitución” de la canciller Holguín, filosofa sabanera, se una ahora la voz del poeta de tierra fría Andrés Carne de Res, para llevarse de calle la adorable minifalda degradándola en cuanto a los fines para los que creada, sindicándola de ser la fuente de desafueros contra las mujeres.
En nombre de todos los mortales les ruego, impreco, suplico y demando que ni por el mismísimo putas dejen de usar la minifalda, invento inmortal destinado a pervivir por sobre guerras, tifones y terremotos.
Tiro al aire: y las mujeres protestaron con el lema “Andrés carne res nuestros cuerpos no son carne de res”. ¡Plop!