Por: Luis Pérez

En Colombia cada día hay una historia trágica contra la moral pública y pareciera no pasar nada.

Con dolor hay que aceptar que el Congreso de la República pasa por el peor momento de opinión pública. En el momento más crítico, cuando la ciudadanía exige a sus dirigentes levantar las banderas de la moralidad pública, aparece como medida salvadora el esperpento de la Inmunidad Parlamentaria, como un regalo a los congresistas para domesticarlos.

La propuesta de inmunidad parlamentaria se parece más a un delito que a una norma. Qué tal eso de que un puñado de congresistas no puedan ser juzgados por nada. En definitiva, la inmunidad parlamentaria es un salvavidas para la corrupción.

La historia enseña que de la inmunidad se pasa con facilidad a la impunidad.

Qué vergüenza para los colombianos que sea primero el gran partido de la U que proponga la inmunidad parlamentaria; el partido U debe pedir perdón público a toda Colombia. Y peor aún, que luego vengan funcionarios del Gobierno a defender esa idea que prácticamente es institucionalizar el delito. Qué asco que haya dirigentes públicos que puedan imaginar siquiera que en pleno siglo 21 pueda existir una elite de congresistas con licencia para delinquir, o para actuar en contravía de las leyes que ellos mismos aprueban.

Y claro, como la inmunidad parlamentaria no puede salir de una mente honesta, hay que prescribir y erradicar de la dirigencia pública todas las mentes que lideran esa expedición de licencias para delinquir.

Es comprensible que dentro de la política haya picaresca tolerable. Pero que desde el gobierno se lideren leyes para arrasar con las normas mínimas de la moralidad pública, ya es inaceptable.

Con el rechazo que hizo el Presidente Uribe a la inmunidad parlamentaria, todos los proponentes y defensores de esa inmunidad deberían por respeto al Presidente y a la moralidad pública renunciar y salir del gobierno de inmediato.

La propuesta de inmunidad parlamentaria, da asco. Todo un país clamando por un Congreso transparente, y algunos dirigentes proponiendo legalizar el delito.

Si queremos que Colombia avance, erradiquemos de raíz esa idea de convertir la política en una actividad de privilegios para pocos por encima de los principios. Toda Colombia debe rechazar la inmunidad parlamentaria para que ni siquiera vuelvan a imaginarla. Que toda Colombia exprese su disgusto, que el rechazo sea tan enérgico, que los defensores de la inmunidad parlamentaria se avergüencen, y desparezcan de la vida pública.