Por: Rubén Darío Barrientos G.
Caso # 1: La presentadora Cristina Hurtado, su esposo José Narváez y su hijo Daniel Muñoz Hurtado, hace un mes, efectuaban su ingreso al estadio Metropolitano de Barranquilla –a la tribuna occidental– para ver deseosos y felices el partido de fútbol entre las selecciones de Colombia y Argentina. Llegaron en el momento de los himnos y las tres sillas numeradas que les pertenecían, estaban ocupadas indebidamente por el locutor Jairo González (empleado de Maravilla Stéreo de Valledupar), su esposa y un amigo. La policía paró a éstos del lugar y se armó la gorda. El locutor González, un fortachón costeño de 40 años, mandó un salvaje cabezazo en la nariz del joven Daniel, quien tiene 15 años, que lo mandó a la Clínica Portoazul de Barranquilla para luego ser trasladado a la Clínica del Country de Bogotá. Las consecuencias médicas, son éstas: incapacidad provisional de 35 días, deformidad nasal en C y concavidad a la derecha con colapso de huesos nasales, jiba inflamatoria y desviación de pirámide nasal. El caso jurídico, para este joven, lo tomó el abogado penalista Abelardo de La Espriella. No hubo conciliación y se pidió prisión para el agresor. Intolerancia vulgar, desmedida e innecesaria.
Caso # 2: El 13 de diciembre último, una pasajera agredió en el Aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón a dos azafatas de Avianca. La mujer, pretendía ingresar al avión en compañía de su esposo e hijos y aún no le había sido autorizado el abordaje porque iban en orden de prelación por la asignación de sillas. Por pedirle que primero dejara ingresar a las personas de unas filas determinadas, lo que es rutinario, la mujer le dio una bofetada a la azafata que le solicitó esperar un poco. Aquella, encolerizada, le agregó: “Negra inmunda, vos no servís para nada”. A la otra azafata, le soltó una retahíla de insultos impublicables. La lesión de la azafata, víctima de una brutal agresión, fue en el ojo izquierdo. Ya hay abogados a bordo, de lado y lado. El de las azafatas de Avianca, predica lesiones personales y trato discriminatorio. El de la pasajera, invoca risiblemente un mal entendido. Intolerancia absurda, desenfrenada y ridícula.
De manera gravísima, en ambos casos todo ha sido en presencia de los cónyuges y de los hijos. ¿Y el ejemplo? ¿Qué tienen para mostrar a sus familias, los atacantes? ¿Era necesario actuar de esta manera grotesca, dejando personas lesionadas y en sitios públicos? ¿Hay proporción entre la raíz de lo sucedido y lo desencadenado como acto violento? Francamente, es penoso lo que aconteció y lo que ocurre todos los días en nuestro medio. Simplemente traigo a colación dos ejemplos recientes, pero cabrían miles y miles. Para nadie es un secreto lo que vivimos hoy por hoy: en el fútbol, a costa de portar una camiseta; en el transporte, por no hacer una fila; en las calles de la ciudad, porque un agente de tránsito detiene a un conductor que está violando las normas o porque alguien no arranca de inmediato cuando cambia el semáforo; en un salón de clase, porque un profesor determina la pérdida de una materia; en una colisión de vehículos; en los vagones del Metro (en donde vienen sucediendo riñas); en los días de la madre, del padre y en otros similares. En fin, podemos hablar de una epidemia de intolerancia.
Los noticieros de televisión registran a diario imágenes de intolerancia. La extravagancia, la violencia, la irracionalidad, el irrespeto, la cólera, la intransigencia, el fanatismo, la ceguera, el sectarismo, la obcecación y la brutalidad nos asedian. Ayer que iniciamos la novena, tenemos que pedirle al Niño Dios que nos de paciencia, estoicismo y aguante para ver la vida distinta y para tratar a los demás, como personas. Algún día, tanta insensatez tendrá que acabarse. Es imposible que la bestialidad, el encarnizamiento y la fiereza se den por siempre.