Por: Jesús Vallejo Mejía
El debate entre los candidatos presidenciales que se realizó el pasado domingo da pie para muchos comentarios.
Quizás el asunto de mayor relieve sea el enfrentamiento de Noemí con Santos por el modo desleal cómo éste ha obrado para debilitarla a través de lo que no he vacilado en calificar como un raponazo político.
Dijo Noemí que Santos ha ofrecido dádivas para conseguir apoyos y mencionó específicamente los casos de Darío Montoya y Carlos Rodado. Santos lo negó y anunció que se retiraría de la vida pública si se probara esa acusación, a lo que Noemí respondió que tendría entonces qué retirarse.
“Se salvó Colombia”, fue su exclamación al ver a su rival enredado en sus propias palabras.
Pero, como dijo alguna vez López Michelsen, las noches son del gato, de suerte que al amanecer del lunes ya estaba todo listo para desmentir a Noemí. Salieron entonces a hablar por la radio Darío Montoya, Carlos Rodado, Augusto López, José Obdulio Gaviria y Laura Montoya, hija del primero de los mencionados, para negar a rajatabla las acusaciones de Noemí.
Santos declaró después, con aire de triunfo, que Noemí es una mentirosa.
Pero si se examinan las declaraciones de ella, también para la radio, la opinión que uno puede formarse sobre el particular tal vez lo inclinen en favor de Noemí y en contra de Santos.
Como se dice en la jerga de los procesalistas, las declaraciones de Noemí son responsivas acerca de las circunstancias de tiempo, modo y lugar, por lo menos en lo que atañe al tema de Darío Montoya. Sus contradictores han sido hábiles al circunscribir sus dichos al encuentro que tuvo lugar en casa de Augusto López, hoy anfitrión de Santos y tiempo ha furibundo partidario de Noemí contra Pastrana. Todos coinciden en que en esa ocasión Santos no le ofreció a Montoya el ministerio de Defensa, y es posible que así haya sido.
Lo que ocurre es que Noemí ofrece una versión más compleja y detallada del caso. Lo cuenta, como se dice, con pelos y señales. Anota circunstancias que van más allá del episodio de la reunión en casa de Augusto López, que simplemente dio lugar ahí mismo a que Darío Montoya elogiase la labor de Santos en el ministerio de Defensa. Lo de la sonsacada vino después, cuando se dieron cuenta de que Noemí andaba ofreciéndole la candidatura vicepresidencial.
Sería bueno que los interesados escucharan su versión para los noticieros radiales de la W y Caracol que se encuentran en sus respectivos sitios de internet.
Por supuesto que El Colombiano, que favorece el transfuguismo conservador, no reproduce hoy esas declaraciones y se limita a informar que está creciendo la brecha entre los candidatos uribistas. Si quisiera suministrarles una información más precisa a sus lectores, reproduciría el texto de las mismas para que ellos se formaran sus propios conceptos.
En síntesis, sobre lo de Montoya le creo a Noemí.
Acerca de Rodado, Noemí dijo que Santos le ofreció una embajada para premiar su transfuguismo. Desde luego que uno y otro lo niegan, pero Noemí afirma que todo el mundo en España sabía eso.
Es verdad que los rumores no sirven como medios de prueba. Pero los hechos notorios y los indicios sí lo son.
A raíz del triunfo de Noemí en la consulta conservadora, se produjo un fenómeno bastante extraño, el de la rodada, como por arte de magia o de generación espontánea, de unos dirigentes conservadores, encabezados precisamente por Rodado, hacia la campaña de Santos.
No hubo, como ha sido de usanza en estos casos, algún manifiesto en que dieran razones para desconocer los resultados de la consulta conservadora y negar la legitimidad del triunfo de Noemí. Simple y llanamente, fueron apareciendo con declaraciones acerca de lo maravilloso que les parece Santos, con quien se tomaron una fotografía tomados de las manos.
Como es un hecho notorio que los políticos no dan puntada sin dedal, parece lógico pensar que alguien hizo el trabajo de convencerlos de darle la espalda a su partido e hincarse sumisamente a los pies del previsible triunfador. Cuando uno ve a Juan Gómez Martínez en esas, no le queda otro remedio que pensar en Fabio Valencia Cossio y, por consiguiente, en los designios y manejos del alto gobierno, que ya se habían manifestado nada discretamente en torno de la fracasada aspiración de Arias.
Estas no son elucubraciones de un malpensado. Si algo se sabe de las intimidades del mundo político, lógico es concluir que todo lo que en él sucede ha tenido algún proceso de germinación y maduración, así sea oculto y hasta protervo.
Las razones que ha expuesto Rodado para su rodada son muy poco convincentes y nada ejemplares. Algo dijo acerca de sus discrepancias con el director programático de la campaña de Noemí sobre un asunto que ya es de clavo pasado. Quizás alguna querella con el ex presidente Pastrana o cierto resquemor contra quien lo antecedió en la embajada en España puedan ofrecer una explicación más convincente de su extraño proceder. Y si a ello se agrega el tintineo de las treinta monedas, tal vez así se cierre lo que los penalistas denominan el círculo indiciario.
No sobra recordar lo de Bismarck acerca de que con la política sucede lo mismo que con las salchichas. La gente las disfruta, pero sin preguntarse cómo se las prepara. Lo que en esta campaña se cocina es como los chuzos que venden a la salida de les estadios, que pueden ser hasta de “calne le lata, la male lel latón”.