Por: Jaime Jaramillo Panesso
El afán alcabalero y fiscal del gobierno santista pone, otra vez en la bandeja holoférnica, la cabeza de una empresa estatal de la mayor importancia para nuestra autonomía energética como nación y ejemplo de eficiencia en la red de producción de energía eléctrica.
En Isagen trabajan 662 colombianos cuyos conocimientos y compromisos son cumplidos por técnicos, tecnólogos, ingenieros y algunos con doctorado que aplican su labor al sostenimiento y desarrollo de la empresa, no solo en lo que compete a su razón social, sino a la responsabilidad en la innovación como la energía eólica, la mitigación del cambio climático, investigación experimental en energías renovables como el agua y la geotermia. Las regiones donde Isagen tiene asiento o proyectos son atendidas con preferencia en inducción, respeto y conocimiento a las comunidades del entorno, inclusive hasta alcanzar sitios donde el Estado está ausente en otros servicios y obligaciones, como es el caso del cañón de las Hermosas, donde Isagen sembró la central Amoyá, La Esperanza. Isagen logra coronar proyectos como el Trasvase Manso en la central Miel I y en días recientes la Central Hidroeléctrica Sogamoso con la producción de 5056 GWh, un equivalente al 8% de la oferta eléctrica del país, según la generación del 2013.
Isagen es garantía de que no tendremos racionamiento como ocurrió en 1992-93 durante el gobierno de César Gaviria, porque la capacidad y la experiencia harán cumplir con los proyectos siguientes: Cañafisto en el Río Cauca, Antioquia; Piedra del Sol en Río Ponce, Santander; Río Patía en los departamentos de Cauca y Nariño; Andaquí en Putumayo y Cauca, todos ellos hidroeléctricos. Pero están en fila los geotérmicos en el macizo volcánico del Nevado del Ruiz y en la frontera con el Ecuador, Tufiño-Chiles-Cerro Negro. Y los eólicos en la Guajira y Atlántico. Este panorama de desarrollo no podría ser realizado por los supuestos nuevos dueños particulares, nacionales o extranjeros, porque el riesgo y los intereses fijos de ganancias son diferentes al horizonte actual de Isagen con quien tenemos segura su viabilidad.
Financieramente Isagen no depende del presupuesto nacional. Por el contrario, aporta a su principal accionista cantidades de millones que son el resultado de una administración calificada. Los dividendos pagados a la Nación, es decir, al Ministerio de Hacienda, entre los años 2010 y 2014 ascienden a la suma de $538 mil millones. Del 2015 al 2019 Isagen pagará un monto de $2.6 billones en dividendos de los cuales $1.5 billones serán para la Nación. Isagen, distinto a la propuesta de enajenarla al mejor postor o impostor, debería ser la empresa constructora de las carreteras y túneles de los proyectos de infraestructura que tanto cacarean las aves palaciegas. En mejores manos no quedarían.
Porque Isagen es una empresa limpia de “corrompiciña”, como decía Don Tomás Carrasquilla (aunque este escritor no lo conoce la burocracia bogotana), porque Isagen no da pérdidas y tiene una perspectiva sana y creativa, porque Isagen es patrimonio estratégico de la nación, es que el gobierno quiere venderla. ¿Se necesitan más razones de peso para ponerla en la subasta? No tengamos miedo a los camellos del desierto que ahorran agua para largas jornadas. Tengámosle miedo a los lobos cubiertos con piel de oveja.