Henry Horacio Chaves

P.henryhchaves@hotmail.com  

 

Creen muchos analistas que un “Sí se puede” marcó la diferencia en la campaña electoral por la presidencia de Colombia en 1982. Tras haber perdido en 1978 contra Julio César Turbay, el antioqueño Belisario Betancur logró derrotar en las urnas al ex presidente Alfonso López Michelsen, quien aspiraba a repetir mandato como su papá. El dirigente conservador de Amagá, se mostraba entonces como “amigo de los pobres”, lo que obviamente lo etiquetó en muchos sectores como populista. En defensa de sus propuestas de vivienda sin cuota inicial, lucha contra el analfabetismo, universidad a distancia y generación de empleo, y ante la insistente crítica de los lopistas, Belisario dijo “Sí se puede”. La expresión se convirtió en eslogan de campaña. No se qué tan espontánea fue o qué tanto le debe a ella haber ganado la presidencia. De lo que no tengo duda es de que ayudó a conseguir los cerca de tres millones 200 mil votos, que para la época eran un montón sin precedentes.

 

 También recuerdo el coro del “Si se puede” en el Estadio Palo Grande de Manizales, en 2004, cuando el Once Caldas enfrentaba al Boca Juniors en la final de la Copa Libertadores. También entonces se pudo. Con un equipo sin figuras rimbombantes, con apenas un título en el torneo local, otro antioqueño, Luis Fernando Montoya, logró derrotar a uno de los históricos del continente y del mundo futbolístico.  

 

Es el mismo “Si se puede” o “si podemos” que enarboló durante su campaña el senador Barack Obama, hoy presidente electo de los Estados Unidos. Su “Yes, we can” inspiró canciones y animó corazones. Porque como había ocurrido en los ejemplos paisas, apelaba al pundonor de los marginados, de los que saben que no son menos pero se sienten mirados así. Más que un eslogan de campaña, es un grito de batalla, una expresión de rebeldía, que compromete a quienes se saben por fuera de los privilegios, o se entienden como minoría, así ello no sea siempre literal. “Si se puede”, dijo Obama, y se pudo. Ya no vale decir que contra todos los pronósticos pues su triunfo se fue cosechando de a poco en los más de 20 meses que duró la campaña y a lo último era lo más predecible. Empezó a poderse con el triunfo en las primarias de su partido frente a Hillary Clinton y a fortalecerse luego en la medida en que logró motivar a los jóvenes, a los negros, a los pobres y comprometerlos en su propósito. Pero tuvo la inteligencia de no reducir su campaña a una lucha de clases, racial o generacional.  

 

El mejor resumen de la efectividad del “si se puede” lo hizo su rival. El senador McCain dijo: “El pueblo estadounidense habló, y habló claramente”. Para rescatar, la gallardía del candidato republicano quien además de felicitar a Obama y reconocer su triunfo, insistió en que se acabó la campaña y lo reconoció como “mi presidente”. Cuánto por aprender tienen nuestros líderes de esa entereza. Qué comparación con quienes pierden una elección y salen a decir que el otro “venció pero no convenció” o que ellos no perdieron sino que “otro sacó más votos”. 

 

 Para no hablar de quienes en la nostalgia del poder perdido se quedan llorando sobre la leche derramada mientras buscan cómo enlodar a quien ganó y tratan de entorpecer su labor y su legitimidad.  

 

Ganó el senador Obama, pero a riesgo de que suene a frase hecha, hay que decir que ganó la democracia como sistema. Se demostró que sí se puede imponer la voluntad de la mayoría; pero además el anuncio de McCain deja pensar que también es posible que con el triunfo de la mayoría, la minoría, sin perder su derecho al disenso, acate el pronunciamiento claro de los que son más y lo respete acogiendo sin ambages su decisión. No en vano hoy los seguidores de Obama cantan sin descanso “yes, we did”, “sí pudimos”.