Por supuesto que el asesinato de su madre y su hermano Mauricio Leal es lo que más se le rechaza a una mente criminal como la de Jhonier Leal. Pero mientras se llevaban a cabo las audiencias, los colombianos se asombraron de ver la frialdad en el rostro de quien sabía que había cometido un delito macabro, pero era capaz de ocultarlo a los ojos del mundo con la convicción hipócrita de quien nada malo había hecho.
En política hay muchos que se comportan con la frialdad de Jhonier, habiéndose dedicado a matar honras, buenos nombres y reputaciones, con la única intención de quedarse con los réditos políticos que hayan ganado o estén a punto de ganar esos oponentes electorales vilipendiados.
Esos políticos ponen cara de ángel, mostrándose como los únicos decentes, impolutos, transparentes, incorruptibles, morales y éticos, presentándose con “la frialdad en el rostro” de quien ha hecho parte del clientelismo y la demagogia, pero es capaz de ocultarlo a los ojos del electorado con la hipocresía y la desvergüenza que la credulidad de miles de colombianos le avalan.
Por supuesto que ser críticos con argumentos y pruebas de aquellos que han sido denunciados y condenados delincuentes, es necesario para evitar que el electorado desinformado e incauto vuelva a cometer el error de volver a elegir esa clase “politiquera” depredadora. Lo inaceptable es que la infamia de la injuria y la calumnia se convierta en la estrategia política que hoy tiene al País en la más insoportable polarización política, la misma que, de contera, está generándoles el más alto desprestigio a los políticos, a los partidos políticos y a instituciones como el Congreso de la República.
Esos políticos sin valores y sin principios, oportunistas, populistas, desleales con la verdad, cínicos, hipócritas, sin vergüenza e incapaces de medir el alcance de sus afirmaciones, o mejor, con dolosa capacidad de medir el alcance de sus afirmaciones porque lo hacen con la voluntad de herir, de dañar, de asesinar el buen nombre, la honra y la dignidad del contrario, son los que polarizan y aceleran el círculo vicioso del malestar con la política y los políticos y de la apatía en la participación.
Otra cosa es el disenso y la controversia alrededor de las ideas diferentes, pero bajo principios y valores como la buena fé, la presunción de inocencia, el respeto y la tolerancia. Porque lo que ofende y polariza no es la posición y la aspiración del otro. Lo que ofende y polariza son las mentiras, las injurias, las calumnias, los insultos, las ofensas, el odio y la cerrazón del otro.
Los medios de comunicación vuelven a ser protagonistas en este escenario, porque son los llamados a la formación de opinión seria y responsable, especialmente ahora con la presencia desinformadora de las redes sociales. El Papa Francisco, en entrevista con al semanario católico belga “Tertio”, llama la atención sobre la gran responsabilidad de los medios:
“Los medios (…) pueden formar una buena o una mala opinión. Los medios de comunicación son los constructores de la sociedad. Están hechos para construir, intercambiar, fraternizar, hacernos pensar, educar. En ellos, son positivos. Es obvio que, dado que todos somos pecadores, los medios también pueden volverse dañinos. Y tienen tentaciones. Pueden tentarse por la calumnia, y así usar la calumnia, ensuciar a la gente,especialmente en la política. Pueden usarse como medios para la difamación. Toda persona tiene el derecho a una buena reputación, pero tal vez en su vida previa, o 10 años atrás, tuvieron problemas con la Justicia, o un problema en su vida familiar, y traer esto a la luz es serio y dañino. Puede anular a una persona. En la injuria, decimos una mentira sobre alguien. En la difamación, filtramos un documento…”.
Precisamente, el evangelio de este domingo, 20 de febrero de 2022, invita a tratar a los demás como quieren que los traten. “Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso; no juzguen, y no serán juzgados; no condenen, y no serán condenados; perdonen, y serán perdonados; den, y se les dará: les verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida que midieran se les medirá a ustedes”.
Según el Papa Francisco, al respeto hacia el otro, sin la infamia de la injuria y la calumnia, hay que sumarles la tolerancia y la misericordia que hablan bien del humanismo de los políticos que quieren ser elegidos para responderle al bien común.
En la derecha y en la izquierda se cuecen habas. No son mejores los unos que los otros. Tampoco lo son los de centro. Pero los políticos de derecha, centro e izquierda pueden esforzarse en ser mejores. Aunque críticos e intolerantes con la corrupción y la delincuencia, deben actuar con valores y con principios, lejos del oportunismo y del populismo, sin odio, sin cinismo, sin hipocresía y con la vergüenza a que obliga la lealtad con la verdad, para no polarizan y aceleran el círculo virtuoso del respeto a la política y a los políticos y el entusiasmo a participar en las decisiones políticas.