Rubén Darío Barrientos

Por: Rubén Darío Barrientos G.

El 19 de septiembre último, Héctor Abad Faciolince le lanzó mandobles al candidato a la alcaldía de Medellín, Juan Carlos Vélez, en su columna “Historia de tres ciudades” publicada en El Espectador, y dijo de él que “no sabe dónde está parado y además es bobo”. Le agregó más mofas y lo vituperó de manera inmisericorde. Toda una falta de respeto para una persona muy calificada y que va ganando las encuestas para el cargo de burgomaestre de esta ciudad. El vicio de Abad de despotricar de la gente no es nuevo: sus columnas están llenas de viaraza y de agravios, para quienes no son santos de su devoción. Su forma de pontificar es arrogante y su estilo es bélico por naturaleza.

Como a él le gusta ser el dueño único de la verdad y el mandamás para dejar por suelo a las personas, así sean calificadas y bien ponderadas, el 29 de noviembre de 2003, tituló su columna como “Leyendo a Juan Bobo”, para referirse a Juan Gomez Martínez. Y le restregó que “las vivezas del bobo ya no engañan a nadie”. Pareciera ser que Abad Faciolince (hijo del médico Héctor Abad Gomez, quien sí sabía del respeto), se ha especializado en descubrir “bobos”, seguramente porque él es una raza intelectual superior e inmaculada. Ha tenido la fortuna este escritor de que El Espectador le publique sus diatribas, sin ningún tipo de reconvención. Y da la impresión de que una columna refrescante o laudatoria, no encajara en el espíritu pugnaz de Abad Faciolince.

Los bobos de marras, Velez y Gómez, tienen estas señales particulares: Juan Carlos Vélez, es abogado de la Universidad de Medellín, diplomado en Finanzas de la Universidad Eafit y Especialista en Derecho Administrativo de la Universidad del Rosario. Además, ha sido concejal de Medellin, director de la Aeronáutica Civil, senador de la república, presidente de Anato, precandidato presidencial y ahora es candidato muy opcionado a la alcaldía de Medellín. A su vez, Juan Gómez Martínez, es ingeniero electricista de la UPB y periodista, amén de que ha sido: profesor universitario, concejal de Medellín, senador de la república, director de El Colombiano, alcalde de Medellín, constituyente, gobernador de Antioquia, ministro de transporte y obras públicas, embajador ante las Naciones Unidas, nuevamente alcalde de Medellín y embajador ante la Santa Sede.

Nos estamos acostumbrando a que muchos columnistas –como Abad Faciolince– ridiculicen a quien les dé la gana, sin que nadie les ponga tatequieto. Y también hacen fila, en ese estilo bufo, personajes como Ramiro Bejarano y Pascual Gaviria, éste último a quien le tocó hace poco rectificar un infundio contra Luis Pérez Gutiérrez, habida cuenta de que dijo que no tenía estudios en la Universidad de Michigan y tuvo que retractarse, hasta escribir un trino en estos términos: “Así como dije que Luis Pérez no tenía estudios en la U. de Michigan, respaldado en comunicación de la Universidad, digo hoy que sí los tiene”. Abad, Gaviria, Bejarano y otros más, trasiegan entre la injuria y la calumnia, disfrutando a rabiar de la polvareda que levanten.

Y allí, en ese estilo de casar peleas, también cabe el gobernador Sergio Fajardo, quien ha tratado a los políticos de este departamento como “ratas de alcantarilla” en trinos indecentes y que contrarían el lenguaje de quien predica estar en zona de ser “la más educada”. Entre otras cosas, el diputado Adolfo León Palacio, divulgó el pasado lunes en el programa “Colombia Opina” que le respondieron un derecho de petición indicando que la suma de dinero que se ha gastado la gobernación de Fajardo, en el rubro de publicidad entre el 2012 y ahora, es de $ 196.000 millones. ¡Todo un escándalo! Es que su obsesión por llegar a la presidencia de la república, no tiene límites. Fajardo no es ningún bobo sino que se hace el bobo, que es algo muy distinto.