Rodrigo Pareja 

Afirmar que en Colombia casi todos los estamentos manejan una doble moral, es llover sobre mojado, es repetir algo conocido, y que no por serlo, deja de causar una profunda indignación.

 

Uno de esos sectores expertos en manejar las dos cartas de acuerdo con sus conveniencias es, desgraciadamente, el periodismo, en especial aquel que se ejerce en la capital de la república, cuyos principales protagonistas son proclives abiertamente a favorecer los grandes intereses, sean estos los gubernamentales o los privados.

 

Quien en mal momento caiga en las ávidas garras – que no en las manos – de estos medios de comunicación bogotanos, estará irremediablemente condenado, sin apelación posible y sin la más mínima opción de defensa. 

 

Si no, que lo digan en este momento el alcalde de Bogotá, Samuel Moreno Rojas; el personero de la capital, Francisco Rojas Birry y el presunto estafador, David Murcia Guzmán, cuyos dineros eran buenos según donde se dirigieran, y malos también en caso de que ellos tuvieran otros destinos. Con la plata de Murcia Guzmán está sucediendo lo que en el pasado ocurrió con la de los hermanos Rodríguez Orejuela, perversa y quemante si beneficiaba a ciertos políticos, pero perfecta y santificada si servía para engordar las arcas de los bancos o los bolsillos de algunos privilegiados. 

 

Solo basta mirar los noticieros nacionales de la televisión o los titulares de la gran prensa, para advertir que quien tuvo algún nexo con DMG —  aún en el momento en que nadie sabía en el país de sus sospechosas movidas – es definitivamente culpable, eso sí, si no pertenece a ciertos círculos. 

 

Esos mismos noticieros que cada año se intercambian premios dizque a la calidad, la objetividad y el respeto al televidente, no dejan pasar un día sin recordar los nexos de DMG con Samuel Moreno y con Francisco Rojas Birry, poco menos que diabólicos según ellos, pero mantienen silencio sepulcral  frente a otros que también tuvieron relación con la defenestrada DMG, como por ejemplo, los promotores del referendo reeleccionista que busca perpetuar en el poder al presidente Uribe. 

 

Nada dicen acerca de  empresas de David Murcia Guzmán que tuvieron vinculación con ellos, a la cual le aplican lo que suele llamarse campana neumática, por no decir, más en cristiano, silencio deliberado y cómplice.   

 

Y eso que los propietarios de uno de esos canales de televisión, han aprovechado la situación de DMG para llenarse también ellos los bolsillos, no con la captación del dinero de incautos y ambiciosos, sino gracias al morbo y la atención de miles de imbéciles colombianos que no pueden acostarse sin su diaria dosis de bodrio televisivo. 

 

Esa es la condenable doble moral que impera en el país, especialmente en cierto periodismo. Y que hace carrera a pasos agigantados en otras esferas. 

 

Por ejemplo, el Ministro del Interior y de Justicia, Fabio valencia Cossio,  dice a boca llena que el referendo reeleccionista hay que tramitarlo en el Congreso porque es un mandato de los colombianos y por su origen popular.  

 

Pero actúa diametralmente al contrario cuando señala que el otro referendo, el que busca implantar la cadena perpetua para violadores, no debe estudiarse porque esa es una figura extraña en la constitución colombiana, como si la reelección indefinida no fuera también bastante rara.Lo mismo sucede con la dosis personal, perseguida con saña y fanatismo, mientras el Estado hace todo lo posible por incrementar las ventas de tabaco y licor, y permite con laxitud digna de mejor causa la proliferación de casinos en todas las esquinas y cuadras de Colombia.  

 

A los celosos guardianes de la moral que pretenden indicarles a los colombianos qué, cómo y cuándo es lo que deben hacer y consumir, es bueno recordarles que el licor y el juego, promovidos y ampliados por todos los gobiernos, son los que han acabado con millones de hogares y tienen en serio riesgo de destruir eso que con tanta gracia ellos mismos llaman la célula de la sociedad, o sea la familia.