Por: Deninson Mendoza.
El resultado electoral necesario para el cambio se materializó con el triunfo del Pacto Histórico y la Colombia Humana encabezados por Gustavo Petro.
Ahora la tarea es: dónde proseguir y cómo hacerlo, para materializar el programa de desarrollo económico, social y político que responda a las expectativas de los colombianos.
Se propone el gobierno de Petro consolidar dos bloques de reformas políticas y sociales: el primero, conformado por la reforma tributaria, la rural integral, la política y la creación inmediata de dos ministerios: el de la Igualdad y el de Paz, Seguridad y Convivencia y un segundo bloque de reformas a la salud, educación, laboral y pensional.
La urgencia inmediata lo constituye el primer bloque que tiene un amplio sentido social, que entrará a consideración en el primer año de legislatura y el segundo bloque, que se implementará en el 2023. Estas reformas procuran llevar a cabo un ambicioso plan de desarrollo que cuenta con herramientas para su implementación. En primer lugar con las fuerzas parlamentarias del Pacto Histórico, a las cuales, se han sumado fuerzas políticas tradicionales, destacándose la del Partido Liberal, una fracción importante del Partido Conservador y movimientos parlamentarios de sectores del Partido de la U, de Cambio Radical y otros, que son necesarias, ya que el Pacto Histórico no alcanza a consolidar en el Congreso una mayoría legislativa determinante a la hora de abocar las profundas reformas que pretende.
Petro lo ha dicho “…como no somos mayoría, nos toca hablar con (dirigentes) de la política tradicional para lograr que parte (de ella) decida apoyar el esfuerzo de las reformas que proponemos”. Es que, en última instancia, la gobernanza es lo más importante –no basta el triunfo electoral- y ahí está la clave de que lo propuesto funcione.
La reforma agraria que permita liberar las fuerzas productivas en el campo con la incorporación de millones de hectáreas en manos de latifundistas y terratenientes es, quizás, el mayor reto. La violencia desatada por las reformas de López Pumarejo al determinar la función social de la propiedad, no cesa. Y la tímida reforma de Lleras Restrepo con la redistribución de la tierra se vino abajo con el Pacto de Chicoral, encabezado por Pastrana Borrero, que logró el fortalecimiento de la estructura latifundista en el campo.
Es a esa estructura a la que ahora se enfrenta el Pacto Histórico; por eso, Petro enmarca su programa de desarrollo en el fortalecimiento de la paz y la convivencia social, lo que impone, necesariamente, lograr acuerdos definitivos, principalmente, con el ELN, quien tiene una oportunidad histórica, en este momento, para contribuir, desde el terreno político, a romper la estructura feudal del campo, para que el país se adentre en la senda de la democratización de las relaciones de producción en el agro colombiano y que permita que Colombia entre definitivamente a la modernización de su economía productiva agraria industrial.
Lo anterior, significa que la oposición al programa de renovación de la producción, con base en un modelo económico diferente, apoyado en en el desarrollo de la empresa productiva, la liberación de las fuerzas productivas en el campo y la equidad social como principio rector y una mayor redistribución en el reparto de la ganancia social, se incrementará por parte de las fuerzas políticas que encarnan y representan el modelo obsoleto económico, a los cuales, habrá que derrotar políticamente en el terreno de la contienda social, lo que implica, necesariamente, que los colombianos que avalaron el mandato de Petro deben, con su actividad política y social, su vigilancia y su movilidad, garantizar que el triunfo electoral de 12 millones de votantes se torne en una verdadera transformación política y social encarnada en las reformas señaladas y no queden truncadas y frustradas por la reacción antidemocrática de los enemigos de la paz y del cambio social.