Jaime Jaramillo Panesso

Por: Jaime Jaramillo Panesso

Ha terminado la VII Cumbre de mandatarios de la Américas realizada en ciudad Panamá con la asistencia de 35 jefes de gobierno. La cumbre es una gran atracción para esas personalidades que gustan del turismo oficial, donde las esposas de los invitados, la corte de ministros y los gorilas de la seguridad asisten remunerados y felices viajeros en el avión número 1 de la Fuerza aérea de cada país. Panamá, que es una ciudad turística y centro financiero de gran importancia, tiene también el canal que une al mar Pacífico con el mar de las Antillas, que es parte del océano Atlántico. Pero lo que el canal por el agua, desune el cuadro de mandatarios iberoamericanos.  De manera que Sus Señorías divididas, que fueron convocados para ampliar los lazos “fraternales” entre los Estados de las Américas, prometieron realizar la próxima reunión de este tipo en Lima, Perú, sin lograr una declaración unitaria y con sentido de cooperación.

Todo este entramado folclórico, la movilización de los presidentes y su séquito, la preparación hotelera con menúes especiales, la disposición de la Guardia local y la parafernalia que envuelve a esta cumbre tuvo un motivo único y central: el encuentro entre Barak Obama, presidente de los Estados  Unidos y el presidente de Cuba, Raúl Castro. Este era el almendrón de la VII Cumbre. Los demás actos protocolarios solo sirvieron para darle un escenario al apretón de manos entre ellos dos. Lo demás fue un espectáculo montado con el resto de los mandatarios como testigos de la nueva relación Obama-Castro.

Que Cuba ingrese al club de los jefes de Estado americanos es plausible, no solo porque entra de la mano de Obama, sino porque, tarde o temprano, el pueblo cubano se liberará de la dinastía y del comunismo hereditario. Indica, además, que los Estados Unidos y el resto de los países americanos, renuncian a exigir el cumplimiento de los derechos civiles y a la carta democrática de la OEA. La política exterior de los Estados Unidos siempre se orienta por el pragmatismo beneficiario propio que por principios. Es lo más parecido a Obama: con cara gano yo, con sello pierde usted.

La VII Cumbre tuvo también sus desvaríos de humor incaico-chavista. Es una delicia futbolera ver a Evo Morales metiendo goles, los cuatro goles que le dejaron hacer los sindicalistas en un partido cuyo resultado le indicará a la FIFA que existe un nuevo astro del fútbol nacido en la entraña de los aymará. Que se tengan fino Lionel Messi, James Rodríguez y Cristiano Ronaldo. Y no podía faltar la dimensión paranoica del vecino Nicolás Maduro. Por poco le declara la guerra a los Estados Unidos. Personaje este que no comprende que el antiyanquismo murió en esa misma cumbre, al abdicar Cuba de efectuar la liberación de América Latina. El Che Guevara estará revolviéndose en la olla infernal de sus “conquistas militares”, derrotadas por la historia. Donde manda capitán, no manda marinero.