Por: Rodrigo Pareja

Qué podrán pensar y sentir hoy aquellos que en forma despectiva le aplicaron ese término a la genial idea del ex alcalde Luis Pérez Gutierrez, de construir un metro cable como expedito y revolucionario medio de transporte público masivo para favorecer a la población más necesitada de la capital antioqueña ?

Muchos de los que ridiculizaron la audaz iniciativa del entonces alcalde, pasan de agache al cumplirse los diez años de su exitoso funcionamiento,  luego de constatar unas cifras que – aunque frías y estadísticas – sirven para magnificar en parte el impacto impresionante de la Línea K que va de la estación Acevedo a la cumbre de Santo Domingo.

No sobra  decir que esa “garrucha”,  además de los números increíbles que puede mostrar en esta década de servicio, transformó para siempre un extenso territorio y a sus miles de habitantes, quienes hasta ese entonces parecían vivir en una zona que sentía inalcanzable la gran ciudad.

Hoy, diez años después de su puesta en funcionamiento, en un acto en el que brillaron por su ausencia el reconocimiento justo y las más elementales normas de protocolo para con el gestor del importante proyecto, el Metrocable sigue siendo, no solo orgullo de Antioquia y de Colombia, sino ejemplo y anhelo para muchos otros países.

Si en Brasil y Bolivia, por ejemplo, y en otras ciudades colombianas se ha adoptado el novedoso sistema del cable para mejorar la movilidad de grandes y necesitadas comunidades, es porque alguien hace una década larga pensó en instalar una “garrucha” para beneficio de la comuna nororiental de Medellín, idea que en fecha reciente motivó a la ONU a destinar US$20 millones de dólares para estudiar similares sistemas en el África.

Una gigantesca obra que pudo hacerse por la terquedad y la visión de futuro de Pérez Gutiérrez, pues hasta la industria aseguradora colombiana, que año tras año ofende con sus escandalosas utilidades, se negó a vender las respectivas pólizas, aduciendo la violencia e inseguridad que imperaban en el sector.

Estudios ordenados por el  ex alcalde mencionaron cuatro opciones de cable: comuna trece; sector oriental de La Sierra, el occidente y en la parte oriental, la más difícil y complicada por la densidad poblacional, las grandes pendientes y los terrenos deleznables, no obstante lo cual el ex alcalde decidió que se hiciera este último para “abrir trocha”, como decían los arrieros, y comprobar que sí se podía hacer grandes obras.

Como el tiempo suele hacer las veces de escribiente y notario en forma simultánea, después de dos lustros ahí está como testigo incontrovertible del empuje antioqueño el metro cable de Avecedo a Santo Domingo; en pleno funcionamiento su hermano gemelo de la Linea J y en proyecto los otros dos cables, continuación del tranvía de Ayacucho.

Hoy  hay que decir con tristeza que la tozudez y visión del ex alcalde Luis Pérez no han tenido el reconocimiento merecido y ni siquiera una sola mención lo ha recordado en esta efemérides, lo que comprueba que la gratitud es fruto exótico y escaso en la huerta de burócratas y políticos.

El que tildó de “garrucha” al imponente metrocable, Gabriel Jaime Rico, ahora usufructúa como propio otro espacio ideado por Pérez, Plaza Mayor, y ya no recuerda que como concejal se atrevió a vaticinar que si el alcalde hacía todo lo que contenía su plan de desarrollo, le cambiaría el nombre por el de Napoléon.

Otro de los críticos de entonces, el  gobernador Fajardo que llamó “nido de corrupción”  a Plaza Mayor y se oponía también a la orgullosa Línea K, ha olvidado hasta ahora poner en su despacho la cortina negra que prometió para no tener que ver la Plaza de la Luz, cuyos postes – sostenía – sólo servían “para colgar hamacas”.

Menos mal que todavía algunos recuerdan y viven agradecidos.