La semana que terminó, los medios de comunicación nacional, algunos proclives al gobierno y otros en abierta oposición, publicaron la segunda gran encuesta nacional diseñada y puesta en marcha por Ipsos Napoleón Franco, entre hombres y mujeres mayores de 18 años de los estratos altos, medio y bajo de 36 ciudades del país con un tamaño muestral de 1.204.
Se ha puesto en tela de juicio los métodos estadísticos empleados, ya que no para pocos, extraer de 27 millones de colombianos aptos para votar sólo 1.204 y para los antioqueños donde tenemos 125 municipios, sólo cinco sirvieron de referencia (Medellín, Itagüí, La Estrella, Rionegro y Santo Domingo) para determinar el clima de opinión e intención de voto es algo inverosímil, sin embargo, estadísticamente es posible utilizando técnicas probabilísticas en la mayoría de sus etapas con tipos de muestreo estratificado; el resultado que llevó al actual presidente Álvaro Uribe Vélez a tener una intención de voto del 63% si este fuera candidato.
Si el clima de confianza que vive el país entorno a la figura del actual mandatario por su tesón y su discutible seguridad democrática como bandera de su gobierno en los dos períodos que viene ejerciendo, la encuesta refleja la realidad de un pueblo que necesitaba autoridad.
Sin embargo, no deja de sorprender que en algunas regiones de Antioquia como el Bajo Cauca y el Valle de Aburrá, la seguridad democrática para los narco terroristas o paramilitares no sean efectivas, ni las visitas permanentes del general de la policía nacional Oscar Naranjo a estas zonas de conflicto ni las medidas de represión a las libertades empleadas a los ciudadanos ni los retenes en las vías públicas, impidan que Medellín, por la disputa de territorios y plazas de vicio haya puesto más de 1.300 muertes violentas en lo transcurrido del 2009; el abatimiento permanente de miembros de la insurgencia armada de las FARC y ELN quienes venían diezmando y secuestrando ciudadanos, a pesar de que ese monstruo de siete cabezas se resista a caer derrotado por la seguridad democrática, es quien ha puesto la mano en el corazón de los colombianos para apoyar a un presidente laborioso hasta el cansancio ejemplo de la raza antioqueña.
Cabe entonces hacer una reflexión, si el actual mandatario tiene teflón ante hechos que los organismos internacionales han considerado de la mayor gravedad como los falsos positivos, que no son más que la muerte de civiles por parte del ejército regular, los seguimientos del DAS a las altas cortes y quienes ejercen la oposición, la comprobada compra de votos en el congreso de la república para aprobar la reelección (yidis política), el presunto favorecimiento a miembros de su familia en decisiones del alto gobierno, las gravísimas denuncias de corrupción y de pasar los procedimientos de legalidad ante las altas cortes del referendo reeleccionista, el presidente debiera preocuparse por los temas que más les duele a esos millones de devotos como son el desempleo, que hoy tienen a 2.4 millones de parados, con un 13.1% a agosto de 2.009, la mayor cifra de América latina, la cobertura en educación superior, que hasta
La fecha ha sido la más baja de los últimos 15 años, 2.3% anual; el hambre que hoy se come a cerca de 20 millones de compatriotas y la corrupción que esquilma cerca de 4 billones de pesos cada año. Es hora de tenerlos en cuenta.