Por: Gustavo Salazar Pineda
Guillermo “Memo” Angel, culto y reconocido periodista antioqueño, disertador inigualable, decía recientemente en su programa radial de emisora Bolivariana de Medellín, que las fiestas y tradiciones representaban un acto sagrado de celebrar la vida y sentirse cada uno y cada cual vivo y feliz de poder compartir y de poder hacer parte de la existencia de otros. Agregaba además, que las tradiciones medievales aún vigentes en algunos países europeos entre familias y grupos étnicos, además de ser una manera especial de compartir en comunidad, hacía que quienes practicaban estos sacros ritos vivan más años y con más alegría.
Triste, opaca, muy monótona y aburrida sería la vida del ser humano si no existieran juegos, fiestas, espectáculos, ritos y tradiciones que nos sacan del quehacer diario y nos sumergen en encuentros con parientes, vecinos, amigos y a veces, con desconocidos. Desde los egipcios, los griegos y los romanos, mujeres y hombres hemos participado en múltiples actividades que constituyen una celebración a favor de la vida.
Los carnavales famosos del mundo como los de Río de Janeiro. Venecia, Gualeguaychú en Argentina, Barranquilla en Colombia y otros de menor importancia en el mundo demuestran la necesidad que tenemos de expresar nuestras emociones, afectos y alegrías a través de ritos, juegos y espectáculos públicos multitudinarios que nos recuerdan lo esencial que es compartir con los demás, sentirnos acompañados, útiles y saber que no somos islas dentro de la comunidad mundial.
La natividad y la fiesta de año nuevo constituyen en casi todo el mundo occidental la época propicia para sentirnos agradecidos por el solo hecho de vivir.
Fue la iglesia católica quien se apropió de fiestas, ritos y tradiciones paganas para convertirlas en sacras, en actos sagrados revestidos de un especial espíritu religioso. Gran favor ha prestado a la humanidad y excelente contribución ha sido la del cristianismo el habernos dejo grandes legados de ritos, fiestas y tradiciones medievales matizados éstos con una música hermosa y extremadamente agradable el espíritu humano.
Los más reconocidos y famosos villancicos de origen italiano y español y temas musicales de orígen austríaco, alemán y norteamericano suenan durante las festividades de la natividad y el advenimiento de un nuevo año.
En el mundo hispanoamericano abundan hermosas y conmovedoras melodías alusivas a las fiestas de diciembre. España en general y Andalucía en especial son ricas en villancicos cantados, casi siempre, por grupos de amigos, vecinos y parientes que han hecho de esta música el mejor instrumento cultural de unidad y hermandad entre muchas regiones y países. A gusto de quien esto escribe la más bella música decembrina alegórica al nacimiento del Dios de los cristianos se condensa en los villancicos cantados con desbordante alegría y entusiasmo supremo por agrupaciones y orquestas andaluzas. La tonadilla y el acento inconfundible del alegre pueblo andaluz hacen de la música decembrina, no bailable, la más bella expresión música hispanoparlante.
En cuanto a la música bailable y festiva los países centroamericanos y los caribeños, incluido Colombia, apropiada para esta época navideña no tiene rival en el mundo.
Compartimos los habitantes de la región andina central que conforma la llamada región paisa de Colombia, la alegría, el espíritu fiestero y picaresco del pueblo andaluz del sur de España. Pero también hemos sabido asimilar la hermosa música navideña de origen nórdico y central europea. Noche de paz y la Canción del tamborilero que en Iberoamérica hiciera famosa el andaluz Raphael, constituyen el mejor aporte musical sacro que nos han hecho los austríacos y los alemanes a las fiestas decembrinas.
Las mujeres del claustro y los representantes del clero católico nos han deleitado con la encantadora y cautivante música religiosa de navidad. A juicio del autor de este artículo, el tema musical con lenguaje del latín más bello y conmovedor del espíritu cristiano tiene por título Adeste fideles, nada inigualable he escuchado en materia de música navideña. Infortunadamente, esta música ha ido perdiendo cada día adeptos y admiradores y pudiera decirse que una minoría hacemos parte de los que todavía le damos el valor cultural y musical a los temas representados en villancicos y otros del mundo religioso y cristiano.
Una mezcla agradable de música pagana, alegre, festiva y picaresca y una sagrada y solemne suele escucharse todavía en la época navideña en los pueblos y países de la Europa moderna e Iberoamérica. En cuanto a los ritos y tradiciones de la conmemoración del nacimiento del niño Jesús, que provienen de la España e Italia del medioevo y que llegaron a la América Latina colonial y de los que por fortuna quedan algunos vestigios en pueblos y ciudades medias, cabe destacar la cena de navidad y los elementos culinarios elaborados exclusivamente por esta especial festividad, compartidos por vecinos, parientes y amigos. Apenas unos cuantos años atrás nuestras abuelas y madres intercambiaban platos de natilla y buñuelos entre diferentes hogares de una vereda, aldea o barrio, bella costumbre que aún subsiste aun cuando ya no con tanta intensidad como antes.
Recuperar estos rituales nos hace más humanos y nos recuerda que todos hacemos parte de una misma familia en el planeta, que no se pierdan estas costumbres, ritos y festividades debe hacer parte de la agenda de gobiernos, entidades públicas, privadas y grupos sociales comunitarios. Las generaciones venideras nos agradecerán conservar este patrimonio cultural de la humanidad.
La Unesco, que propende y vela por conservar el patrimonio material, debe hacerlo igualmente con el cultural, musical y espiritual, como lo hizo recientemente con el vallenato declamado de interés por la humanidad. Ignoro si igual se ha hecho con los villancicos y otros temas musicales de navidad y el pesebre. De no ser así, debiera interesarse este organismo por conservar las fiestas del último mes del año y de los primeros días de enero, esto es, los días de año nuevo.