Por: Eduardo Aristizábal Peláez
Tengo que confesar que éste no era el tema para ésta semana, pero lo hago porque los periodistas somos de carne y hueso y también tenemos sentimientos. Además el tema no deja de ser de interés general.
Asistí el viernes pasado a las honras fúnebres del ingeniero Hernán Botero Moreno, quien durante varios años fue el mayor accionista del Atlético Nacional y lo hizo importante a nivel nacional e internacional. La historia del Atlético Nacional se divide en 2: antes de Hernán Botero y después de Hernán Botero.
Llegué al Cementerio Campos de Paz de Medellín sobre la hora de iniciación de la Santa Misa y pensé que me tocaría escuchar el santo sacrificio desde el atrio, pero oh sorpresa, entré con mucha facilidad a la capilla, había suficientes puestos en las bancas, su familia, unos cuantos amigos, un periodista del canal regional de televisión realizando su tarea y me llamo la atención el poco acompañamientos de tantas personas por las cuales él hizo mucho. Me tomé la tarea de verificar la asistencia de las personas que algo tuvieron que ver con él, en el futbol y encontré caras amigas, pero pocas: Francisco Maturana, Pedro Sarmiento, Víctor Luna, Nelson Gallego, Gerardo Moncada. Los exdirectivos Luis Gustavo Palomares, Jaime Robledo, Clímaco Castañeda, Darío de Greiff, y un viejo hincha, Iván Hernández.
No asistió ningún representante de la Corporación Deportiva Atlético Nacional, no estuvo presente ningún integrante de las barras del equipo verdolaga, extrañe la ausencia del delegado de la Dimayor o de la Federación de Futbol, tampoco periodistas de la época que tanta e importante información recibieron de él. Con este panorama tan sombrío no podíamos tampoco esperar a algún representante de Postobón, cuya organización no recibió directamente el Nacional del doctor Botero Moreno, pero adquirió una empresa que él hizo grande y era una buena ocasión para acompañar a sus deudos y tratar de morigerar el dolor de su familia.
No sé porque se me vino a la mente, una reunión social que realizó el Atlético Nacional, ya de propiedad de varias empresas de la Organización Ardila Luna, a finales de la década del noventa para celebrar un nuevo aniversario del nacimiento de la corporación deportiva. Uno de los invitados fue Álvaro Fina, a la sazón, Presidente de la Federación Colombiana de futbol, quien se dirigiría a los asistentes para expresar el reconocimiento de la familia del futbol colombiano por dicha efemérides. Como algo elemental el doctor Fina en su alocución que llevo escrita se iba a referir a la importancia de la gestión del doctor Hernán Botero Moreno cuando fue Presidente de la institución y en ese momento el doctor Botero se hallaba confinado en una penitenciaría de Estados Unidos, por una decisión absurda del gobierno colombiano y una sentencia discutible del poder judicial norteamericano. Un empleado del Atlético Nacional, por órdenes superiores, le solicito al doctor Final que excluyera esas líneas del discurso, a lo que tuvo que acceder voluntariamente el Presidente de la Federación. ¡Qué horror! Qué coincidencias, que falta de sentimientos.
Hace muchos años, Miguel de Cervantes Saavedra dijo: La ingratitud es la hija de la soberbia y todavía Olga Guillot sigue cantando…cría cuervos y verás que te sacarán los ojos.