Por: Edwin Alejandro Franco Santamaría
Quienes por diversas razones debemos salir de nuestras casas casi todos los días a distintos lugares de la ciudad de Medellín, vemos con mucha impaciencia y desazón lo difícil que cada día resulta el desplazamiento por cualquier parte de la ciudad, pues es claro que las más de las veces debemos hacerlo en carro, sea el propio o de servicio público; en ocasiones, en las horas más inesperadas, hay un atasco y ni qué decir en las horas pico. Vías de desplazamiento rápido como la regional, en las que no hay un solo semáforo, se han convertido en vías tan congestionadas como la avenida El Poblado, la Oriental, la 33 o Las Vegas, ya no hay por donde andar, es la queja generalizada, y si a ello se le suman la falta de soluciones como por ejemplo no ampliar el pico y placa, ni realizar campañas más agresivas para concientizar a la ciudadanía de utilizar el vehículo privado en casos verdaderamente necesarios, el problema, porque no es otro el término que cabe, se vuelve insoluble cada vez más. Ello, como es de entender, genera muchos inconvenientes, desde la pérdida de tiempo en quienes deben estar en la calle, porque su actividad se lo exige y no alcanzan a realizar todas sus tareas, como la alteración de la vida cotidiana de muchas otras personas que sencillamente deben levantarse más temprano para llegar a tiempo a sus lugares de estudio o de trabajo y también llegan más tarde a sus hogares, con la consiguiente disminución en su tiempo de descanso y de estar con su familia. Llegar pronto a la casa es lo que cualquiera desea luego de un día arduo en cualquier actividad y de la dificultad de desplazarse por la ciudad, a lo que habría que agregarle que este fenómeno le cambia el genio a la gente, la exaspera y desde luego esto conspira contra la calidad de vida de todas estas personas. Los inconvenientes son interminables: la contaminación, el ruido excesivo, no solo en el día sino también en la noche, la dificultad para los peatones, para los que practican algún deporte como trotar o montar en bicicleta, entre otros. A todas estas dificultades que genera este fenómeno, hay que referirnos en especial a uno de los componentes de éste, las motocicletas, más conocidas como las motos, que por sí solo, se ha vuelto bastante nocivo para la salud, la seguridad y la tranquilidad, no solo de peatones, sino también de quienes se movilizan en otros vehículos. No son todos los motociclistas, pero sin son muchos los que transitan por andenes, aceras y espacios destinados solo para personas que van a pie, en bicicleta o son discapacitados; se meten por donde no caben y lo peor y muy grave: se pasan los semáforos en rojo y parece que no quieren entender lo grave que es esto para ellos y para los demás, si no les importan su vidas, está bien, pero que respeten las de los demás. Hace pocos días, uno de ellos se pasó un semáforo en rojo y colisionó contra el vehículo en el que me desplazaba con mi familia, el episodio no terminó en tragedia para el motociclista porque Dios es muy grande, y para nosotros, por el lugar del carro contra el que se estrelló, y aparte de ello el culpable furioso conmigo y eso que algunas personas voluntariamente se quedaron para servirme de testigos una vez llegara el tránsito. Entonces ponen en peligro la vida o la integridad personal de uno y la de su familia, se enojan con el que no tuvo la culpa y además le toca a uno asumir el daño, porque o no tienen un peso o no tienen un seguro que responda por lo que hacen. Casi a diario se ven motociclistas accidentados y no aprenden, insisto, no son todos.
De tal manera que la movilidad en Medellín cada día se complica más, bien por el exceso de vehículos y los inconvenientes que ello genera, ora por la inseguridad que generan algunos motociclistas. Urge tomar medidas contundes al respecto, esto ya no da más espera, unas las podemos tomar los peatones (porque también los hay que dan lugar a accidentes) y conductores responsables y otras las autoridades encargadas de la regulación y vigilancia del tráfico automotor.