Por: Luis Pérez Gutiérrez
La mancha de la pobreza crece en medio de la desesperanza. Cada día a más colombianos los arropa esa odiosa sombra de la inequidad que hace sufrir y les arrebata el derecho a vivir sin miedo y el derecho a la alegría.
Se expande la miseria ante la indiferencia de la dirigencia. Mientras el hambre revienta a los pobres, muchos dirigentes sacan índices irreales del bazar de la indolencia para hacer creer que el país va bien. Y para calmar la agresividad que trae el hambre, se lanzan propuestas contra la pobreza que fallan una y otra vez.
En el año 2000, Colombia firmó con la ONU un pacto para acabar el hambre y la pobreza en el 2015. Y nada se cumplió. En el 2005, de nuevo Colombia firma el mismo pacto para terminar la pobreza en el 2020. Y nada se cumplió. Ahora, en los libros de Planeación Nacional se lee que se acabará con la pobreza y el hambre en el 2030.Y estamos retrocediendo. Como ya viene el 2030 y nada, deben estar preparando un nuevo documento para convencer que se acabará la pobreza y el hambre en el 2050. El sufrimiento de los pobres lo quieren llevar al infinito.
La mancha injusta de la Pobreza no para de extenderse. El siglo 21 se le vendió a la gente como si fuese a vivir bien, en otro mundo. Lo cierto es que en el siglo 21 la gente está peor. El hambre cabalga cómodamente; Sin acabar la pobreza tradicional, ya se tiene otra pobreza, la neopobreza, creada por las discriminaciones de la tecnología y la conectividad, que cada día deja más desplazados.
Como siempre, los indicadores más dolorosos los llevan a sus espaldas los más pobres. Cuando la pobreza aumenta, la culpa se la echan a los pobres y no a las deficiencias del modelo económico ni a los malos gobiernos. Los modelos económicos están agotados en su lucha contra la inequidad; los modelos económicos cargan 200 años de fracasos en su lucha contra la pobreza y el hambre. Y ni se ruborizan. Las pálidas banderas del hambre y la pobreza son un símbolo de la carencia de logros sociales de los modelos económicos y de los gobiernos.
La valija de la democracia es un cascarón vacío. Es una valija llena de frustraciones, sin logros sociales contra la inequidad. La valija de la democracia está vacía para los pobres.
La falta de propuestas novedosas de los políticos crea desesperanza. La falta de ideales inspiradores para combatir la pobreza y la inequidad, indigna. La gente siente que le están robando la esperanza. Los dirigentes han dejado convertir la democracia en una fábrica de desigualdades. La democracia se sostiene en las columnas de la inequidad, la pobreza, el hambre, la injusticia y el consumo desigual. La democracia tolera sin reparos la codicia y la angurria de pocos con el sufrimiento de muchos. La realidad muestra que ante cualquier tragedia social o económica de la humanidad, la democracia salva primero a las élites.
Colombia vive los momentos de pobreza más dramáticos de su historia. Y la pobreza y el hambre cabalgan sobre el sufrimiento de la mayoría. Según Fedesarrollo, en Pobreza el país llegará al 49% y en pobreza extrema se llegará al 14%. La CEPAL coincide, y pronostica que el 14.3% de la gente estará en pobreza extrema en Colombia. Entre 2019 y 2020, Colombia “tiene 10 millones más de pobres: 4 millones como resultado de la actualización de la línea y 6 millones como resultado de la pandemia”. Coincide esto, con el Investigador Garay, de U.N., quien asegura que la pobreza y la pobreza extrema podría cubrir al 62% de la población. El desempleo en el 2021 aparece según el Dane en 17.3% y en las grandes ciudades el 19.5%. Son las cifras más altas de desempleo de los últimos 25 años.
Y otro mal presagio: la clase media se encoge. Adiós al ascensor social, llega la movilidad social hacia abajo. A un país lo sostiene la clase media. La clase media era 30.9% de la población en 2017; en 2019 fue de 30.4%. En 2021, expertos aseguran que cerca de 3.8 millones de gente de clase media bajan a ser pobres, lo cual indica que la clase media podría bajar a índices cercanos del 25%.
Y en las zonas rurales solo queda desolación. En 2019, la clase media en las zonas urbanas era del 36.6% y en las zonas rurales solo del 8.8%. Eso muestra la manera tan infame como se trata a los campesinos. Colombia condena a sus campesinos a que nunca pueden ser ni siquiera ciudadanos de clase media. Así nadie quiere quedarse en el campo. Recuérdese que en 2020, ningún campesino tuvo educación porque no había ni internet ni conectividad. Y nadie habla de esta tragedia.
Es necesario lanzar un satélite para que haya conectividad en el Campo y llegue la educación, la democracia, la seguridad y el gobierno donde no están hoy. Es hora que el Gobierno cree la canasta básica de tecnología para las familias que no tienen acceso a la conectividad.
El Gobierno tiene que ampliar la base productiva del país. Hay que salir a buscar inversionistas internacionales para liderar una nueva economía que genere empleo abundante y amplíe la base tributaria y económica. Construir grandes centros de manufactura cerca a los puertos con atractivos mensajes tributarios. Desarrollar Valles del software ambiciosos. Cambiar las 200.000 hectáreas de cultivos de Coca por Cultivos de cannabis medicinal para exportar, mejorar el empleo, derrotar la violencia, acabar la ilegalidad, y aumentar la captación de recursos legales para la nación. El empleo no está cerca a tu casa, el empleo hoy es para el mundo. Sin empleo es muy difícil ser buen ciudadano.
Colombia con los índices de pobreza más calamitosos de su historia, está en cenizas, A Colombia hay que rescatarla de las cenizas.