Gustavo Salazar

Por: Gustavo Salazar Pineda

La moderna como caótica sociedad de hoy, basada en el materialismo, el consumismo y la más profunda alienación, ha llegado a este extremo dañino para el alma humana y contraria en su espíritu a la alegría en el vivir bien, legado aportado por las enseñanzas trimilenarias de los indios, los egipcios, los griegos, los chinos y también las civilizaciones aztecas, incas y muiscas de la américa prehispánica.

Acumularon cultura, experiencias y sabias enseñanzas estas civilizaciones insignes de la humanidad, pero fueron perdiendo vigencia y aplicación y en los últimos dos siglos fueron sustituidas por las doctrinas capitalistas promovidas y practicadas por los ingleses con su industrialización, sus descendientes, los norteamericanos, los japoneses, los alemanes, y en años recientes, por la China pos maoísta.  En contra de este vivir superficial, ansioso, vertiginoso y complicado, han surgido pensamientos ilustres y voces autorizadas que pregonan un retorno a la vida simple, armoniosa con la naturaleza y exenta de lujos o gustos innecesarios.  La propuesta de Diógenes el Griego, aquel personaje que vivía en un tonel y llevaba una vida totalmente austera y carente de los más mínimos lujos, es utópica y poco viable menos en estos tiempos que corren.  A él se le antepuso la vida codiciosa, materialista, guerrera y ególatra de Alejandro Magno.  Un término medio, un punto equidistante entre la vida lujosa y la menesterosa parece ser la fórmula ideal, aun cuando no perfecta para el buen vivir.

En 1854, David Thoreau, un filósofo inteligente y práctico, nacido en el mismo estado de la familia Kennedy, publicó un libro con el sencillo título de “Walden”, en el que presenta a sus conciudadanos una propuesta de vida sencilla, aldeana, rústica y en completa armonía con la naturaleza.   Quizá la vida retirada del mundanal ruido fuera una idea de Thoreau entresacada de un clásico español.  Por esta razón a este filósofo se le conoce con el remoquete del Diógenes estadounidense.  “Walden” es el nombre de una laguna aledaña a la cabaña donde se recogía a vivir durante 26 meses.

Antonio Galla, otro ilustre y cultísimo escritor y poeta andaluz, escribió algún día que en España la mejor forma de dialogar era hacerlo con uno mismo o con un perro.  Gala es el autor del libro “Charlas con Troilo”, que es un diálogo simbólico con su perro Troilo.  Igual hizo Thoreau con su libro “Walden”, pues alejado del mundo imaginó unas sillas que representan a otros individuos y a la sociedad.

Sherry Turkle, una afamada psicóloga norteamericana, realizó una profunda investigación sobre el declive conmovedor de la conversación en los humanos en la era digital.  En el extenso como documentado texto, la autora toma como base de algunos de sus capítulos las tres illas que hacen parte del entramado de la obra genial de Thoreau.   La capacidad de vivir en soledad, tan venida a menos con la nueva tecnología digital, es pilar fundamental de una vida bienaventurada.  El solitario por elección es feliz; el nuevo robot, adicto a las redes sociales, en un enfermizo de ansiedad y propicio a la depresión.  Afortunados los colombianos que entre los nuestros tenemos un émulo, un auténtico seguidor de la sabiduría clásica para la buena vida, la bella y encantadora Manizales cuenta entre sus hijos ilustres con el llamado sabio de Manizales, cuyo nombre real es Jaime Bedoya Martínez.   Leer la extensa como enriquecedora obra de Bedoya es rememorar las enseñanzas de los hombres más ilustres del planeta en materia de humanismo.  Probablemente a él haré referencia en próximos capítulos.

Parece increíble que de las entrañas del país de la cultura del dinero, de los amantes del becerro de oro, de la patria del derroche, tierra de un materialismo grosero y rampante, de la cuna del más despiadado capitalismo financiero, haya surgido una voz culta, egregia y sabia como la de David Thoreau para contraponer al estilo vacío y superficial del vivir norteamericano.  A la vida mezquina gringa basada en los falsos valores del dinero, los honores, el poder, la riqueza, la apariencia y la reputación, Thoreau propone volver a los tradicionales valores contrarios a la codicia, al consumismo, la modernidad, la vida de oropel y fantasía propagada por Hollywood.  Percibe el filósofo en sus compatriotas que llevan vidas pobres, serviles, falsas, de apariencias y las llama vidas mezquinas como de máquinas automáticas.  Qué podría decir en el presente si reconociera la desaforada y caótica vida de sus compatriotas en el siglo XXI? Acertó al afirmar que se vive con tristeza y melancolía, aburrimiento, inquietud y angustia; cuándo se vive mal y no se vive bien; cuándo hombres y mujeres apetecen solo dinero, fama, riquezas, honores y otras vacuas pretensiones.  Recomienda leer buenos libros y no dejarse influenciar demasiado por las malas noticias que pregonan con insistencia los medios de comunicación.  En síntesis, invita el autor a simplificar la vida.