Alfredo Ramos Maya

Por: Alfredo Ramos Maya

La promesa del Gobierno de hacer de Colombia el país más educado en 2025, o que la educación es uno de los tres pilares en el Plan Nacional de Desarrollo, genera un gran consenso imposible de debatir. Todos lo queremos, y ninguna persona con consciencia puede criticar ese gran propósito. Pero el noble gesto de ponerle atención a profundos cambios sociales, son erradicados de un solo plumazo por una Ministra que a toda costa ha querido disfrazar inversiones y programas que no permiten el propósito tan anunciado de tener un país con “paz, equidad y educación”.

No entraremos acá a discutir las dificultades de cómo será conseguir una “paz” mientras existan el narcotráfico, la extorsión, la minería criminal, las minas antipersonal, y otra gran cantidad de delitos que persistirán después de firmar cualquier acuerdo con grupos narcoterroristas. Ni una “equidad”, en la que se ha demostrado con creces que las inversiones hechas en los últimos años en Colombia sólo han logrado tener un coeficiente Gini de inequidad estable, sin cambios trascendentales en la sociedad.

Hablaremos de “educación”. La misma que tras 5 años de gobierno ha demostrado un deterioro enorme en pruebas internacionales, la que entrega tabletas sin conexión a redes, la que lleva a modelos degradantes en los que unos abusivos privilegiados terminan con el tradicional amenazante “usted no sabe quién soy yo”.

La Ministra de Educación, a la que le fallan con tanta facilidad los promedios y las cifras matemáticas, dice que la inversión en educación será histórica en 2016, tal como todos los anuncios diarios por parte de este gobierno a los que ya nos acostumbró y ya ni ellos mismos se creen. La Ministra no supo ordenar de mayor a menor puede haber lugar para la incertidumbre y prueba de ello es que la inversión en Educación, como porcentaje del PIB en 2003, fue de 3,73%; al siguiente año de 3,76%; en 2005 de 3,71%; diez años después de 3,65%, y para el próximo será del 3,6%. Y si la inversión en materia de educación se convierte en el primer renglón en sectores públicos (y tampoco es la primera vez que esto ocurre, para que la Ministra no se la dé de innovadora), se debe principalmente a una constante reducción en materia de seguridad y defensa, con los resultados ya con todos conocidos de aumentos de delitos y disminución de la percepción en seguridad ciudadana.Si ya no fuera bastante desafortunada la poca apreciación histórica de la Ministra, no nos quiere contar cómo se desequilibra el balance interno de recursos públicos: los gastos de funcionamiento del Ministerio aumentarán un 10% (alrededor de $2,5 billones), mientras que los de inversión disminuirán el 31,2% (casi un billón de pesos para mejorar la educación pública).

Puede ser falta de memoria, pero a la Ministra la fallan las matemáticas cuando nos dice, en debates del Presupuesto General de la Nación para 2016, que Colombia está invirtiendo $2 millones 500 mil pesos por estudiante, y que su objetivo es duplicar esta inversión con el tiempo. Habrá que enseñarle a dividir a nuestra Ministra, porque de acuerdo con datos del propio Ministerio, para los de 8,7 millones de estudiantes de educación pública básica y media se invertirán en promedio $1.862.331, una cifra bastante lejana (en un 25,5% para ser exactos) a la que menciona la funcionaria.

Para mejorar la calidad de la educación básica y media, la Ministra ha propuesto dos instrumentos fundamentales, sobre los cuales no puede existir mayor debate: mejor preparación de los docentes y fortalecimiento (porque hace mucho rato existe) de la jornada única escolar.

Pero a la Ministra le siguen fallando las matemáticas: para los docentes, la Ministra propuso triplicar el número de docentes con doctorado. Aunque las peores de todas las matemáticas de la Ministra se dan cuando explica la construcción de 31 mil nuevas aulas escolares para, supuestamente, cubrir el 60% de estudiantes con jornada única escolar para el año 2023, con una inversión de $2 billones del gobierno central y $2 billones de los entes territoriales. De ellos, unos insuficientes $325 mil millones que se quieren aforar en el PGN 2016.

Expliquemos con mayor profundidad el problema: en Colombia, actualmente el 11% (número redondeado) de los estudiantes de colegios públicos gozan de las bondades de la jornada única escolar. Esto es, a grandes rasgos, alrededor de 1 millón de niños.

Si la meta es alcanzar el 60% de dicha población estudiantil, hablamos que serían un poco más de 5 millones de estudiantes que serían cobijados con la jornada única escolar, más de 4 millones de los que hoy la tienen.

Si se van a construir 31 mil aulas, y si en ella lográramos un inhumano hacinamiento de 50 niños por aula, estaríamos hablando que habría 1,5 millones de estudiantes adicionales (como sardinas) en el año 2023 con jornada única escolar, un déficit de más de 2,5 millones sobre las metas de las malas matemáticas de la Ministra. Si la Ministra mira humanamente que podrían tenerse 30 estudiantes por aula, el déficit sería de más de 3 millones frente a la meta planteada, y un total de casi 7 millones de estudiantes que no serán beneficiados de la jornada única escolar.

Para cubrir el déficit total de aulas para la jornada única escolar, se requerirían alrededor de 250 mil nuevas aulas. Llegar a los 5 millones de estudiantes que quiere la Ministra, tomaría construir alrededor de 130 mil. Ojalá las matemáticas de la funcionaria permitan hacerle entender que le quedan faltando 100 mil aulas para su meta en 2023.

Los propósitos sobre educación no hacen mención al casi 25% de deserción que se está presentando en educación media, pues no se incluye un solo plan ni centavo para ello.

Y mucho menos existe un compromiso claro de la Ministra con la educación superior pública (universitaria o tecnológica), que ni siquiera se mencionan en el PND 2015-2018.

El ejecutivo pretende invertir la suma de $3,4 billones en universidades públicas para 2016. Cifra que se aprecia importante pero que jamás toma como consideración que estudios técnicos demuestran que el déficit actual de estas instituciones, sin aumentar cobertura, es de $15 billones.

La calidad de las universidades públicas colombianas está comprobada, superando en Pruebas Saber Pro a las universidades privadas. Una situación muy diferente a lo que sucede en la educación básica y media, en donde el rezago público es penoso. Así que vale la pena invertir a estas instituciones públicas, pensaría cualquier persona con buen criterio.

La cachetada que la Ministra le da a la educación superior pública es evidente, puesto que prefiere fortalecer el programa “Ser pilo paga”, que evidentemente privilegia a las universidades privadas con créditos condonables de Icetex, pues la gran mayoría de estudiantes prefiere el prestigio de una universidad privada en la que cuesta más de $20 millones cada matrícula anualmente. Entre tanto, la inversión promedio por estudiante que hace el gobierno central para nivel de educación superior pública es de alrededor de $3 millones por año, lo que demuestra que podrían lograrse mayores niveles de cobertura si se prefiere la inversión directa en universidades públicas que entregar una diferencia de por lo menos 5 veces a los privados.

La Ministra demostró con absoluta claridad que no es buena para las matemáticas. También demostró que es buena para los diagnósticos de la problemática educativa pero que no es seria en sus soluciones. Ojalá al menos cumpla con los planes ínfimos que ideó.