Por: Rubén Darío Barrientos G.
Hemos satanizado a las firmas encuestadoras políticas, a más no poder. Decimos de ellas que no aciertan media y que siempre se equivocan (remember Cifras & Conceptos: Juan Carlos Vélez, con 51% de intención de voto y Federico Gutiérrez, con el 11%), que en Medellín al que dan de segundo es el que gana, que las disculpas de los descaches son los indecisos, en fin, puro garrote y críticas acervas a tal punto que muchos articulistas han pedido intervención de la registraduría para enervar tantos dislates que terminan inclinando las decisiones de los electores en pro de los que van en el tope.
Entre otras cosas, somos profetas por antonomasia: que si va a llover, que si van a echar a alguien de la empresa, que si un carro que anda raudamente se va a estrellar, que una persona no va a servir para nada en la vida, que con ese cáncer no pasa de dos meses, que a ese paso va a perder el semestre, que con esa novia tan mala clase lo van a echar rapidito, que ese proceso judicial lo va a perder, que el campeonato lo gana sobrado tal equipo, que ese gerente no dura más de un año, que ese negocio va a ser una mina, etc. Y ni hablar del Ideam, que cuando vaticina día caluroso hay que llevar saco y paraguas.
Sin embargo, hay unos pronosticadores que se pifian inmisericordemente y que cada vez que se lanzan a especular terminan chamuscados, amén de que son enfermos por predecir lo que va a pasar: son los opinadores económicos, los diarios de color salmón, los asesores financieros y las entidades bancarias, que se aventuran a avizorar acerca de la fluctuación del dólar, de la inflación, del PIB y de otras yerbas. Desde luego, sus profecías son públicas y como hechos notorios, quedan incursos dentro de los presagios que se avistan en impresos y que se incrustan para la posteridad en la internet.
Vamos al grano: Bancolombia auguró que el dólar cerraría en el 2015 a un valor entre $ 2.820 y $ 2.960; Corficolombiana, dijo que estaría entre $ 2.500 y $ 2.800; Corpbanca, se lanzó al charco con un guarismo ponderado de $ 2.500 y la Revista Dinero, predijo que estaría por debajo de los $ 3.000. La respuesta correcta es: $ 3.149. Como quien dice: cero pollito rayado. Hablemos ahora de la inflación: Bancolombia se aventuró a decir que se situaría entre el 3,84 y el 4,44%; Portafolio, mencionó que estaría rondando el 3%; el BBVA dijo que estaría sobre el 3,7%, mientras la Anif y Fedesarrollo manifestaron que oscilaría entre el 3,3 y el 3,5%. La respuesta correcta es: 6,77%. Como quien dice: cero pollito rayado.
Ya hay pronósticos para el 2016: el BBVA conceptúa que la inflación se posará en 3,7% e igualmente la Anif y Fedesarrollo, aseguran que el dólar cerrará entre $ 3.200 y $ 3.400. Por espacio, no voy a recoger otras conjeturas de los sabiondos de la economía. Los defensores de los yerros en las predicciones, aseguran que: a) la economía es una ciencia, pero compleja; b) se manejan variables cualitativas; c) la macroeconomía no es un experimento de laboratorio, d) los estímulos de la política económica se mueven entre el corto y el largo plazo y e) El problema del timing no permite precisar la ocurrencia de los hechos.
Muy bien: pronosticar es vender optimismo o pesimismo. Sin embargo, hacerlo es un riesgo que corren muchos pero que finalmente acerca al precipicio. Y los arúspices económicos tienen más opción de equivocarse que de acertar. Pero siguen jugándole al presentimiento y a la agorería. Es más fácil hundirse que acertar, pero este deporte sigue in crescendo. Allá ellos…