Por: Margarita Restrepo
Empieza el juicio contra el violador y feminicida Rafael Uribe Noguera y espero que esta fase del proceso que tendrá que enfrentar ese sádico sirva de oportunidad para que los colombianos entendamos que la defensa de los derechos de las mujeres, sin importar su edad o condición, es un asunto de singular relevancia.
Para nuestra propia desgracia, el nuestro es un país que no protege a sus mujeres, que permite el mal trato. Los niveles de impunidad en los crímenes que se cometen contra las mujeres son francamente escalofriantes.
Resulta indignante que el 70 por ciento de las colombianas sean víctimas de algún tipo de abuso o maltrato. A finales del año pasado, el Instituto Nacional de Medicina Legal reveló un informe que pasó desapercibido a pesar de haber arrojado unas cifras espeluznantes. En 2015, 970 mujeres fueron asesinadas en Colombia y 47 mil fueron víctima de algún tipo de agresión física por parte de su pareja o expareja.
Entre el universo de mujeres abusadas hay un segmento que merece especial atención: las niñas que son reclutadas forzosamente por los grupos armados ilegales. Se trata de menores que son sacadas de sus hogares para ser llevadas a los campamentos terroristas en los que son utilizadas como esclavas sexuales de los guerrilleros y de los cabecillas de la organización.
Existen múltiples informes de organismos internacionales que confirman que las mujeres que aquellas que por cuenta del abuso sexual resultan embarazadas, han sido obligadas a abortar.
Las valientes que luchan por tener a su hijo son llevadas a “consejos de guerra” e irremediablemente son fusiladas.
Claro que debemos ser solidarios con la familia de Yuliana Samboní, brutalmente violada y asesinada por Uribe Noguera sobre quien debe caer todo el peso de la justicia. Por el bien de nuestra sociedad, esa bestia no puede volver a pisar la calle. Que se quede el resto de su existencia tras las rejas pagando por su sadismo.
Pero castigo similar debe exigirse y aplicarse a aquellos terroristas de las Farc que reclutaron, violaron y asesinaron niñas. No puede ser que los abusos contra unas mujeres sean merecedores de castigo y los de vejámenes contra otras queden en la más insoportable impunidad. ¿Queremos que la paz sea duradera y estable? Entonces apliquemos justicia en las mismas proporciones y con la misma verticalidad a todos los aquellos que ofenden a la sociedad. Lo decía el Libertador: la justicia es la reina de las virtudes republicanas y con ella se sostiene la igualdad y la libertad.
Puede que a Santos le tenga sin el menor asomo de angustia el dolor que padecieron y siguen padeciendo las niñas que día a día esclavizan los terroristas de las Farc. La indiferencia de nuestro flamante Nobel de Paz no nos amilana ni nos rinde. Seguiremos insistiendo y exigiendo castigo para los victimarios. Tarde o temprano alguien nos oirá y la justicia, aunque tardíamente, les llegará a todos esos Uribes Noguera que hay en las Farc.