Por: Edwin Alejandro Franco Santamaría
La aparente tranquilidad y satisfacción que generó para el espurio presidente de Venezuela, Nicolás Maduro (y los demás secuaces que lo acompañan en el poder) su toma de posesión para un nuevo mandato el pasado 10 de enero, se le debe haber vuelto una pesadilla que lo tiene sin dormir y ahora sí, preocupado. Casi toda la comunidad internacional condenó el hecho de juramentarse para un nuevo mandato, pues el año pasado que se llevaron a cabo las elecciones para elegir presidente de la república, las mismas se adelantaron sin participación de la oposición por falta de garantías, y por añadidura, no fueron libres ni democráticas; le tenían el pan guardado para la leche, como decimos en Antioquia, no pensó Maduro que fuera a darse tan enérgica y casi unánime condena a nivel internacional por el afrentoso hecho de fungir, de nuevo, como presidente de Venezuela, a sabiendas de que no fue elegido de manera legal. La Unión Europea, Estados Unidos y los países que hacen parte del grupo de Lima, han dicho que no lo reconocen como legítimo presidente del país, más aún, desde antes de posesionarse para el nuevo mandato, algunos países se lo habían notificado. Pero la actitud de la comunidad internacional se da porque la oposición venezolana entendió que no podía seguir dividida y las distintas fuerzas opositoras al régimen dictatorial que la conforman hicieron causa común en el loable objetivo de acabar con la tiranía. Para ello se dieron una serie de reuniones, tanto en Venezuela como en el exterior, para coordinar el accionar hacia el mismo fin, fue así como apareció una nueva figura política, sin desgaste alguno, el actual presidente legítimo de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, y en torno a él hubo consenso por parte de toda la oposición, tanto, y ello fue producto de una acción planeada y calculada, que el 23 de enero pasado, en un acto público en Caracas, tomó juramento como presidente encargado de Venezuela, apoyándose en varios artículos de la Constitución, y hasta el momento ha sido reconocido por más de 50 países en el mundo y por el Secretario General de la Organización de Estados Americanos –OEA-, de hecho, este último lo exhortó a que nombrara embajador en este organismo. Y es que no pudo haberse escogido mejor día para este trascendental hecho, el que además estuvo acompañado de manifestaciones en todo el país pidiendo la salida del poder de Maduro, pues el 23 de enero de 1958 fue derrocado en Venezuela el también dictador Marcos Pérez Jiménez, que huyó a República Dominicana donde otro sátrapa, Rafael Leonidas Trujillo, el cual gobernaba este país del caribe, era una época donde las satrapías gobernaban a lo largo y ancho de centro y sur américa. Más claro el mensaje no podía ser.
La semana pasada las principales naciones que conforman la Unión Europea le hicieron saber a Maduro que si en el término de 8 días siguientes al llamado que le hacen no convoca a elecciones libres y democráticas, sometidas a vigilancia internacional, se reconocerá al presidente de la Asamblea Nacional como gobernante del país y se impondrán más sanciones. En lo que toca con este último aspecto, por ejemplo, Estados Unidos está contemplando entregar al nuevo gobierno conformado por Guaidó los recursos provenientes del petróleo y del oro que Venezuela vende a ese país para que pueda adelantar los programas en beneficio del pueblo.
Al parecer, como nunca antes en los 20 años que lleva el chavismo destruyendo al hermano país y cometiendo cuanta felonía se pueda uno imaginar, la mayor parte de la comunidad internacional se está quitando la venda de los ojos y viendo la realidad de las vilezas cometidas por la dictadura y forzando a que por la vía de unas elecciones libres, justas y democráticas, debidamente vigiladas, pueda Venezuela regresar a los cauces de la legalidad y sus gentes tener esperanzas en su presente y su futuro; por fin se ve la luz al final del túnel, ojalá sea el fin de la pesadilla.