Por: Jaime Jaramillo Panesso
Hace cincuenta años, los mismos que cumplen las guerrillas colombianas, el Gran Líder, el Gran Timonel, el Presidente Mao Tse-Tung, hoy denominado Mao Zedong, ejerciendo el mando supremo en la República Popular China mediante el Partido Comunista y el Ejército Popular de Liberación, llamó a las juventudes chinas a purgar a los enemigos del socialismo, en peligro por los agentes del capitalismo que se encontraban, nada menos, que en todas las ramas de la cultura. En realidad Mao lo que tenía como objetivo eran sus copartidarios en la organización partidista. Para desatar esa orgía de sangre y violencia creó un pequeño grupo de dirigentes leales, incluyendo a su cuarta esposa Jian Quing, mujer malvada que tenía las más costosas extravagancias, aunque no compartía techo ni cama con el camarada Presidente.
Jian Quing gozaba de enormes privilegios como tener una piscina en Cantón llena de agua mineral climatizada, que le surtían por tuberías especiales solo a ella. Como Mao, disponía de un tren que viajaba a cualquier parte del país sin horario planificado, de tal manera que impedía el servicio normal de trenes hasta que ella no llegara a donde se proponía. Aficionada a la fotografía hacía llevar a un puerto varios barcos de guerra y disparar salvas para que ella tomara fotos exclusivas. Sus caprichos eran órdenes a cumplir: las personas que le servían no podían usar zapatos ni rozar sus brazos en los vestidos al caminar porque producían ruido, y el ruido le causaba una reacción tal que muchos de sus servidores terminaron en prisión.
La Gran Purga o la Revolución Cultural llevada a cabo por Mao Zedong en 1966 se realizó por medio de los Guardias Rojos, jóvenes fanáticos adoradores del Jefe del Estado chino. Sus acciones violentas inducidas por Mao comenzaron el 5 de agosto en un colegio donde un grupo de mujeres Guardias Rojos apalearon a la directora, la humillaron ante el resto de los alumnos, la expulsaron de su cargo y le causaron la muerte. Mao felicitó a las autoras y el ejemplo cundió por todo el país. Mao ordenó suprimir los exámenes y los Guardias Rojos se alimentaron, intelectualmente, con el librito rojo de Mao, donde este escribió las tesis que sirvieron de fuego y luz a las hordas estudiantiles para atacar a los profesores e intelectuales chinos acusados de prohijar el capitalismo. Millares de jóvenes maoístas penetraron en los museos y destruyeron pinturas y esculturas que representaban la vieja cultura.
Los funcionarios públicos debieron inscribir sus hijos en las filas de los Guardias Rojos que hacían desfilar a sus víctimas con sogas atadas al cuello y sombreros de capirote. Muchos profesores de la Universidad de Pekín sufrieron iguales agresiones. Once millones de jóvenes guardias rojos llegaron en los siguientes cuatro meses a la capital de China a recibir el aliento de Mao y del grupo que presidía Jian Quing. Asaltaban las casas donde se presumía la existencia de obras de arte, joyas u objetos culturales como fotos, libros, instrumentos musicales para saquearlas y destruirlas. 33.695 casas fueron asaltadas en Pekín y dieron muerte con torturas a 1.772 personas. Los Guardias Rojos ingresaron a los predios de la Asociación de Escritores chinos y desmantelaron sus instalaciones. Además agredieron a sus miembros, los apalearon de muerte, no obstante tener entre sus socios a declarados personajes exaltados por el mismo gobierno. De 6.843 monumentos históricos de Pekín, 4.933 quedaron destruidos. En todas las ciudades se hicieron sentir los fanáticos jóvenes comunistas que de esa manera instalaron el culto a la personalidad de un dictador que ordenó imprimir mil doscientos millones del librito rojo, la nueva estrella de lectura que se blandía en las manifestaciones. Traducido a varias lenguas, llegó en castellano a los hispano parlantes de América Latina y sirvió de acicate a guerrillas, sindicatos y universitarios.
Mao determinó que las ciudades serían centros industriales y que sobraban habitantes en ellas. De Pekín salieron obligadas 100.000 familias. Su interés político se cumplió cuando millones de funcionarios, artistas, intelectuales, educadores y periodistas quedaron por fuera de sus cargos. Mao los reemplazó por 2.8 millones de militares en un lapso de dos años siguientes a la Revolución Cultural. Según los historiadores, Mao Zedong abrigó la fantasía de dominar el mundo y en ese proceso militar y político causó una hambruna donde murieron 38 millones de personas. El maoísmo aún está latente en grupos y partidos que actúan en países en desarrollo. La China de hoy y su Partido Comunista son un Estado que también aspira a ser la primera potencia industrial y militar del mundo. Y aún conservan la figura de Mao en su altar de imagen protectora. Terminada la era de Mao en vida, 1.976, los miembros de la “célula” que orientó la sangrienta revolución cultural, fueron detenidos. Jian Quing, Madame Mao, la señora malvada que la presidió, se suicidó en la cárcel, en 1991.